-No la creo -repuso Peter mientras observaba los reflejos del sol sobre su cabello. Estaba convencido que se lo había dejado suelto sobre los hombros para distraerlo-. Usted era parte del plan hasta que su novio decidió dejarla.
-No es mi novio, es sólo un imbécil con el que salí en una ocasión -gritó Lali.
-¡Déjelo ya! ¡No me creo sus mentiras! Quiero que me dé respuestas y que me las dé ahora mismo -dijo Peter. Sus ojos brillaban con furia-. Ha puesto mi vida en peligro y me debe una explicación, así que empiece a hablar.
Su voz era profunda y oscura. Se sintió amenazada y un escalofrío recorrió su espalda. Sin pensarlo, Lali se giró y salió corriendo por la playa. Él salió tras ella gritando su nombre, pero no pudo alcanzarla porque era más rápida que él.
Peter se detuvo jadeando. Trató de recuperar el resuello. Había percibido el miedo en los ojos de Lali, pero no había pretendido asustarla tanto. Nadie lo había mirado con aquel temor. Quizás algún hombre la hubiera pegado en alguna ocasión. Se sintió contrariado. El siempre había respetado a las mujeres y nunca había hecho daño a ninguna. Pero podía aprovechar la situación y usar aquel miedo en su propio beneficio. Su vida dependía de lo que Lali pudiera contarle.
Lali corrió a través de las dunas y, cuando comprobó que Peter no la seguía, se detuvo. Se vio rodeada de un pequeño rebaño de cabras. Decidió mantenerse alejada de Peter hasta que éste se calmase. Se le helaba la sangre al pensar en Joe Tyler. Seguramente, aquel no fuera su nombre verdadero. Había empezado a trabajar en Limusinas Imperial después de que se hiciera la reserva del coche para Peter. Seguramente lo había hecho para preparar el secuestro. Ahora entendía por qué apenas se había relacionado con sus compañeros de trabajo. Desde el primer momento, su objetivo había sido secuestrar a Peter. Pero no lograba entender por qué Joe había demostrado tanto interés por ella e incluso la había invitado a salir.
Se refugió del sol bajo la sombra de unos árboles y trató de olvidar la sed que sentía. Desde allí veía el tejado de la casa donde había despertado y, tras ella, una pequeña construcción. Parecía un muelle. En cualquier dirección que miraba, tan sólo veía el brillo del mar turquesa, la arena dorada y la frondosa vegetación. Era un paisaje precioso.
Estaba sedienta. Habría dado cualquier cosa por un beber algo. Ahora que lo pensaba, aquellas cabras debían conseguir agua en algún sitio. Inspeccionó los alrededores y, tras unos árboles, encontró una corriente de agua fresca. Ayudándose con las manos, bebió y se refrescó la cara. Se acomodó en la sombra y se tumbó. Al cabo de un rato, se quedó dormida.
Más tarde, Lali se despertó y lo primero que hizo fue mirar su reloj. Había dormido unas cuantas horas. Ya estaba anocheciendo y decidió regresar a la playa. Por el camino tropezó con una piedra afilada y se hizo un corte en un pie, que comenzó a sangrar abundantemente. Se sentó y examinó la herida. Tenía mal aspecto y decidió
hacerse un torniquete con un trozo de tela que arrancó de su pantalón. Recordó haber oído que el agua salada era un buen antiséptico para las heridas y, cojeando, llegó hasta el mar. Desde lo alto de una roca, trató de mojar el pie.
masssss
ReplyDelete