-Estás enfadado porque no quiero acostarme contigo -dijo Lali sin pensar lo que decía.
Peter avanzó hacia ella y la tomó en sus brazos.
-¿Qué estás haciendo? -gritó.
-Quiero que te mires al espejo y me digas si tengo razón cuando te digo que te vas a quemar.
-¡Déjame en el suelo!
-No me gusta que me griten -dijo él dejándola suavemente en la arena.
-A mí no me gusta que me traten como a una muñeca ni que me den órdenes.
-Entonces, ¿por qué trabajas como chófer?
-Necesito el dinero para abrir mi propia empresa.
-Será mejor que te asesores bien antes de abrir nada -dijo Peter con arrogancia.
Lali se quedó mirándolo intensamente.
-Para tu información, te diré que estoy licenciada en ciencias empresariales y no necesito consejos de nadie y menos de ti.
Se dio media vuelta y se fue a la casa. Cuando Peter regresó, la encontró en la habitación. Se acercó a ella por la espalda y antes de que se diera cuenta le había bajado un tirante del bikini para mostrarle la marca que el sol había dejado en su piel. Después fue al cuarto de baño y regresó con un bote de crema hidratante.
-Date un poco de esto -dijo dejando la crema al lado de Lali, que estaba sentada a los pies de la cama.
El corazón le dio un vuelco. Lo miró embelesada a través del espejo. Era muy guapo.
-Deja de mirarme así -dijo Peter echando un poco de crema en su mano.
-Seguro que estás acostumbrado a que las mujeres te miren así -dijo Lali, convencida de que nadie tan guapo y con aquel cuerpo podía ignorar su atractivo-. Está claro por el modo en que te comportas, que tienes la seguridad y confianza de conseguir todo aquello que te propones.
-Por supuesto que consigo todo lo que quiero -admitió Peter sin ninguna humildad.
Lali sintió cómo sus manos le untaban crema en la espalda. Sentía calor en la piel y no era sólo por la quemadura que le había producido el sol. Lali dejó escapar un suspiro.
-¿Te estoy haciendo daño? -preguntó Peter.
-No -contestó Lali.
-¿Quieres que me esté quieto?
-No -dijo Lali.
Deseó que sus manos recorrieran todo su cuerpo. Sentía que el calor de su piel se extendía hasta lo más íntimo de su cuerpo. Trató de controlar sus pensamientos y se puso rígida. Volvió a girarse para mirarlo a través del espejo, aunque sabía que no
debía hacerlo. Su corazón latía con fuerza.
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