Tuesday, September 1, 2015

capitulo 33

-Pues descubre tú misma lo que te pasa cuando te rebelas. Parece que ésa es la única forma que tienes de aprender -replicó Peter-. Lo mismo que aprendiste anoche que tu familia te quiere, a pesar de todos los años que no has estado con ellos.
-Lo sé -admitió Lali, con un nudo en la garganta.
-Y cuando yo desaparezca de sus vidas, te pido que sigas viéndolos -le pidió Peter-. Puedes echarme a mí la culpa de romper el matrimonio y les dices que te ha correspondido la casa por el divorcio. Ellos ni se imaginan el dinero que tengo.
-Pero ellos te quieren también... -empezó a decirle Lali.
-Pero no volveré -le respondió Peter con contundencia-. Creo que en tu ausencia he hecho lo que se esperaba que hiciera, pero de ahora en adelante ya no eres mi responsabilidad.
-Para un hombre tan importante como tú, debe haber sido muy duro visitar a gente tan pobre.
Peter le puso las manos en los hombros y le dio la vuelta.
-Controla tus emociones -le aconsejó-. Puede que me apetezca tu cuerpo, pero eso es todo lo que me interesa por ahora. Cuando pasen estas tres semanas, nos separaremos.
-¿Qué crees, que no es eso lo que quiero yo también?
-Creo que has elegido estar con la gente que menos te conviene. Y yo no quiero pagar una segunda vez. Esto es sólo un ajuste de cuentas, Lali. Intenta recordarlo.
Lali se quedó mirando al espejo después de que Peter se marchara, fijándose en el tono de asombro en su mirada. Los cerró, porque no pudo soportar ver lo que él podría haber visto en ellos.

Después de la comida, Peter le dio una vuelta a Lali en coche. Había pasado toda la mañana con Teresa y Maddalena, llamando por teléfono a algunos vecinos. En el pueblo, donde la mayoría de los jóvenes se iban, cuando tenían edad suficiente para empezar a buscar trabajo, no les extrañó lo más mínimo su prolongada ausencia y la acogieron con mucha hospitalidad.
Sin embargo, cuando Lali arrancó su coche un silencio tenso se apoderó de ellos. Al poco tiempo llegaron a la casa que en otro tiempo había sido su hogar. Lali miró por la ventanilla. Todos lo que veía le traía amargos recuerdos. Lo primero que se fijó fue en los muros de piedra y las tejas de barro, deteriorados por el tiempo.
-¿Qué pasó con mis gallinas? -preguntó.
-Supongo que alguien se las comió.
Sin mirarlo a la cara, Lali suspiró.
-¿Y Angela?
-Pues supongo que pasó a mejor vida?
-¿Y Milly y su ternero? -le preguntó, sintiéndose incluso más tensa.
-Los vendieron.
-¿Topsy y Pudding? -le preguntó, una octava más alto-. ¿También han desaparecido?
-Sí.
-¿Y qué hiciste con mis gatos? -le preguntó-. ¿Te los comiste, los vendiste, o los enterraste?
-Me los llevé a Roma conmigo.
-Oh... -sonrojándose por la vergüenza y la sorpresa, Lali se cruzó de brazos y volvió la cabeza.

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