Thursday, September 17, 2015

capitulo 6

A la mañana siguiente cuando llegó a trabajar, Joe Tyler estaba abrillantando el
coche que conducía. Lali lo observó y analizó los motivos por los que lo rehuía. Era joven, atractivo y estaba soltero, pero lo encontraba un poco arrogante y engreído. Llevaba dos semanas trabajando en Imperial y era muy bueno en lo que hacía.. Todavía no lo había oído quejarse de las condiciones de aquel empleo. El horario era malo y el sueldo escaso, por no hablar de los clientes caprichosos.
Era un hombre solitario y de pocas palabras, como ella. ¿Cuánto tiempo hacía que no tenía una cita? Mucho, reconoció Lali y se acercó a él.
-¿Sigue en pie la propuesta de ir a las carreras de Silverstone?
Joe continuó sacando brillo a la carrocería del coche.
-Quizá -contestó Joe misterioso.
Su respuesta la desconcertó. Se sintió avergonzada por haber sido tan directa.
-Bien, cuando lo sepas con seguridad, dímelo.
-No, no me has entendido -dijo Joe agarrándola del brazo para impedir que se marchase-. Claro que sigue en pie.
Era un hombre frío como el hielo. Lali se sintió incómoda al ver el gesto de satisfacción de Joe. Sintió ganas de salir corriendo. En su lugar, le dedicó una forzada sonrisa. Si estaba pensando en que por fin la había conquistado, pronto se daría cuenta de lo equivocado que estaba.
Seis semanas después de su visita anterior, Peter regresó a Londres desde el sur de Francia. Tacho fue a recogerlo al aeropuerto y le entregó un sobre.
Sorprendido, Peter levantó una ceja.
-¿Qué es esto? -preguntó.
-Mariano me ha pedido que se lo entregue antes de que abandone el aeropuerto.
Peter lo abrió y sacó una tarjeta de felicitación firmada por su primo.
-Pero si no es mi cumpleaños -dijo confundido.
Tacho estaba nervioso y no dijo nada. Ya en el aparcamiento Peter se detuvo a escasos metros de la limusina que su asistente le indicó. Por fin encontró una explicación para su curiosidad. Su desconcierto se tradujo en satisfacción. Era el mismo coche en el que había visto a la guapa castaña la última vez que estuvo en el aeropuerto. No podía creer que Mariano le hubiera dado esa grata sorpresa.
-Su primo estaba empeñado en sorprenderlo -dijo Tacho. Se sentía obligado a darle una explicación-. Me dijo que él se ocuparía de contratar la limusina para el fin de semana, pero creo que...
-No hay problema -lo interrumpió, sin quitar sus brillantes ojos verdes de la mujer que salía del coche.
Ni siquiera el uniforme de chófer podía esconder la perfección de su cuerpo. Era delgada y de fina cintura. Se movía con la gracia de una bailarina. Se la imaginó vestida de seda.
Seda que con sus manos haría deslizar por sus curvas hasta dejar su fina y suave piel al descubierto.
Ni siquiera se le había pasado por la cabeza que ella pudiera resistirse a sus
encantos.

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