Peter la miró fijamente. No estaba acostumbrado a que lo contradijeran. De cerca, era baja como le había parecido. Su exagerada profesionalidad era tan sólo una fachada. Era un buen observador y había podido apreciar un ligero estremecimiento en ella.
-Yo prefiero Lali -murmuró con suavidad.
Desconcertada, ella levantó la barbilla y lo miró directamente a sus brillantes ojos verdes. Su boca se quedó seca y su corazón comenzó a latir con fuerza como si fuera a salírsele del pecho. Peter contempló sus suaves y gruesos labios y siguió bajando la mirada hasta llegar a sus pechos. Era su manera de dejar claro que una mujer lo atraía. Tras unos segundos, volvió a levantar la vista y se encontró de nuevo con sus ojos.
Aturdida, Lali desvió la mirada de su rostro. Peter entró rápidamente en el coche y ella cerró la puerta. Se sentó al volante y notó como le sudaban las manos. ¿Cómo se había atrevido a mirarla como si fuera mercancía? Quizá ella misma lo hubiera provocado por el modo en que lo había mirado tan fijamente, pero cualquier mujer habría hecho lo mismo en su lugar. Era un hombre muy atractivo. Sintió cómo se ponía colorada y decidió apretar el intercomunicador y concentrarse en su trabajo.
-¿Quiere tomar alguna cosa? -preguntó ella.
-Veo que no hay agua mineral sin gas en la nevera.
Lali tenía la teoría de que los ricos eran quisquillosos hasta el más mínimo detalle y aquello lo confirmaba. Probablemente, su estómago era incapaz de tolerar las burbujas de los típicos refrescos que había en la nevera y por eso necesitaba beber agua mineral. Detuvo el coche en la primera gasolinera por la que pasaron y, justo cuando Lali iba a salir, el cristal que los separaba bajó.
-¿Por qué paramos?
Lali se quedó sorprendida y se giró para mirarlo.
-Si quiere agua mineral sin gas, no se preocupe que la tendrá. Mi jefe me dijo que considerara cualquier deseo suyo como una orden.
-Pues mi deseo es... -murmuró Peter con voz aterciopelada.
Lali lo miró fijamente, atraída por su magnetismo. Su cabello oscuro contrastaba con la clara piel del asiento. Tenía el rostro bronceado y su boca resultaba muy sensual por sus gruesos labios.
Haciendo un esfuerzo, Lali desvió la mirada de aquellos perturbadores ojos verdes. Sentía un nudo en el estómago, como si fuera una quinceañera.
Entró en la tienda de la gasolinera. Apenas sentía las piernas. Aquel tipo estaba coqueteando con ella. No era la primera vez que le pasaba. ¿Por qué de repente se sentía como una adolescente?
Absorta en sus pensamientos, pagó la botella de agua y se dio la vuelta para salir de la tienda. Un fornido guardaespaldas le impidió el paso.
-¿Quién le ha autorizado a detener la limusina sin avisarnos? -le reprochó-. Ha
dejado al señor Lanzani solo en el coche sin protección. ¿Cómo puede ser tan estúpida?
otroooooooo
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