-¿Señorita Vasques? -exclamó. Lali se quedó anonadada, al oír que la llamaba por el apellido de su padre. La mujer empezó a hablarle en español, al tiempo que se acercaba y le besaba las mejillas. Las lágrimas aparecieron en sus ojos negros. Del bolsillo de su delantal sacó una foto arrugada.
-La hija de Nicolas -suspiró, enseñándole la foto, en la que estaban Nicolas y Lali juntos-. Yo soy Carmina...
Carmina había sido la niñera de su padre. Lali se dio cuenta de que no hacía falta presentarse. Aquella señora sabía perfectamente quién era. Cuando Nicolas había comprado Son Fontanal, había descubierto que Carmina todavía vivía allí y, dejándose llevar por la emoción, le había confesado que tenía una hija. Lali se sintió también emocionada al ver que su padre le había hablado por lo menos a una persona de su existencia.
La señora se metió otra vez la mano en el bolsillo y sacó un trozo de periódico y movió en sentido negativo la cabeza.
-No señorita... señora -recalcó Carmina sonriendo-. Señora Lanzani, ¿no?
Lali la miró con cara de incredulidad. A pesar de estar en otro país, no podía librarse de Peter, ni de las consecuencias de aquella estúpida ceremonia. Hablando una mezcla de español y de inglés, Carmina se interesó por su esposo. Casi en ese mismo momento se oyó un ruido, procedente del camino por el que acababa de subir. Frunciendo el ceño, miró en esa dirección.
De pronto apareció un helicóptero en el cielo azul. Lali lo vio dar vueltas, intentando encontrar un lugar donde aterrizar. Aterrizó a unos veinticinco metros de la casa, sobre una planicie. Incluso antes de que las hélices pararan de girar, salió un hombre muy alto.
Peter se acercaba a ella a grandes pasos. Lali, al tratar de retroceder unos pasos, se tropezó y cayó al suelo.
-Yo... -empezó a decir, en un tono de voz extraño hasta para ella misma.
Peter, sin mediar la menor palabra, se agachó y la levantó en sus brazos. Lali no pudo abrir la boca.
-Lo que te tengo que decir, no se puede decir en público -le dijo Peter-. Y aquí la tradición es cruzar la puerta de la casa con la novia en brazos.
Lali, con las mejillas encendidas, le gritó:
-¡Bájame ahora mismo! -exigió Lali, pegándole puñetazos en la espalda.
-Así no lo vas a conseguir, muñequita de trapo...
-No me llames eso. ¡Lo odio! -le gritó, mientras él subía por las escaleras de piedra.
-Eso es lo que eres. Si yo fuera el marido que te mereces, te sacaría el relleno de dentro.
-¿Qué quieres decir? -preguntó Lali.
-Que tengo que pensar en otro método de castigo. Y he tenido bastante tiempo para pensar en las posibilidades -murmuró Peter mientras abría con el pie la puerta-. En tres días, que han sido una pesadilla, he volado de Atenas a Manchester, de Manchester a Londres y de Londres a Atenas. Y desde a Atenas a Palma. Quiero que alguien pague por tanto viaje.
-No sé por qué te has molestado...
-¿Quieres saberlo? -Peter la bajó al suelo. Cuando cayó, la sujetó con sus manos, colocándoselas debajo de las axilas. La miró fijamente a los ojos y Lali no se atrevió ni a moverse.
-No... -susurró, con la boca seca.
-Te voy a enseñar cómo tratan los maridos griegos a las mujeres que huyen de su lado...
-Yo no soy tu mujer... -le aclaró Lali, haciendo un esfuerzo por hablar, porque tenía el cerebro abotargado. El olor de su cuerpo flotaba en el aire, y cuanto más lo aspiraba, más mareada se sentía.
La mirada de Peter adquirió un tono verdoso. Murmuró algo en griego y la puso en la cama, la cual había pasado desapercibida para ella. Lali se incorporó con dificultad, porque ni sus brazos, ni sus piernas respondían a las órdenes que enviaba su cerebro. Peter le agarrró una mano, le acarició el dorso y le dijo:
-Quédate aquí.
Lali permaneció inmóvil. Con los ojos como platos, lo observó quitarse la corbata, la chaqueta y la camisa. Sintió la lengua pegada al paladar. El cuerpo le empezó a temblar. Toda su atención se concentraba en el pecho desnudo de Peter.
muero por mas
ReplyDeletenecesito uno mas ♥♥
ReplyDeleteotro mas
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