La recordaba demasiado bien: rasgos finos y delicados, ojos negros , sorprendentes e inesperados en una mujer griega. Una belleza natural: la antítesis total de las chicas voluptuosas y artificiales que habían desfilado ante él por orden de si anfitrión. Nunca se había insinuado a una sirvienta, pero esa noche solo lo habían detenido el silencio y formalidad de ella y su innato sentido de la justicia.
—Tengo entendido que Lali apenas ha salido de la isla. Su padre opina que las mujeres deben quedarse en casa —comento Nicolas, con cierta fascinación; él tenia una esposa y dos hijas que no se lo pensaban dos veces antes de volar a cualquier lugar de Europa para visitar a sus amigas o ir de compras.
—Puede que en el futuro considere la posibilidad de un matrimonio de conveniencia —concedió Peter, pensando que Lali debería haberse presentado de inmediato—. Pero no tengo ningún interés de casarme con la excéntrica hija de Alejo. Al menos, me gustaría una esposa con personalidad.
—Un mínimo de personalidad da mucho de si —arguyo Nicolas con vehemencia, insistiendo en lo que consideraba una gran oportunidad para su hijo—. Y antes de criticar las carencias de Lali Esposito, deberías preguntarte que tienes “tu” que ofrecerle a una mujer.
—¿En que sentido? –inquirió Peter con voz seca.
—Si no tienes corazón que ofrecer, solo se casara contigo una cazafortunas — advirtió Nicolas con frustración—. Tu reputación de mujeriego es tal que la mayoría de nuestros amigos no quieren que sus hijas se relacionen contigo.
—No me interesan las vírgenes fervorosas ni las arribistas ambiciosas, así que
hacen muy bien —masculló Peter con desprecio.
Nicolas contuvo un suspiro. Había hecho lo posible por convencer a su hijo, con la esperanza de que el reto de participar en la amplia red de Sociedades Esposito lo tentara. Había pensado que podría atraerlo al aspecto practico de un acuerdo matrimonial que apenas le exigiría esfuerzo personal. Sabía que comentar lo beneficioso que seria casarse con la futura heredera de una fortuna, no habría servido de nada.
—A Alejo le ofenderá que te niegues sin más —apunto Nicolas atribulado—. Quiere que te reúnas con él para discutir la propuesta. ¿Qué mal puede hacer eso?
—Lo pensare –dijo Peter, mirando a su padre con ojos claros y fríos, que sus competidores habían aprendido a respetar. No estaba dispuesto a demostrarlo, pero el recuerdo de esa noche en Lexos lo intrigaba.
Lali se miro en el espejo cuidadosamente, los ojos negros llenos de tensión;: que su padre la convocara formalmente era extraño y amedrentador.
Llevaba el pelo rubio claro recogido. El vestido azul oscuro apenas dejaba que se insinuaran las curvas de su esbelto cuerpo, y le llegaba por debajo de las rodillas. En una multitud, habría pasado desapercibida; esa era la imagen que su padre le exigía: modesta, discreta y asexuada. No le importaba lo más mínimo que sus ideas pertenecieran a otros tiempos y estuvieran fuera de lugar en una familia rica y
educada; se enorgullecía de sus raíces campesinas y no veía razón para permitir al mundo exterior invadiera el reino feudal de su isla.
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