capitulo 40

-Yo no he tenido ninguna relación íntima con Nico -le contestó Lali, mordiéndose el labio.
-Ni la vas a tener, porque cuando nos separemos me aseguraré de que no te vayas a su lado.
No te conviene.
-Tengo veinte años, no diez, Peter.
-Pero sigues mintiendo como una niña -el coche se detuvo frente a Son Fontanal-. ¿De verdad piensas que me puedo creer que no te acostaste con ninguno de los hombres con los que has estado viviendo? ¿O que Nicolas me obligase a casarme contigo si no estuvieras embarazada?
-¡No me llames mentirosa! -Lali salió del coche y se fue corriendo hacia la casa.
-Tan sólo me consuela una cosa -le dijo Peter, poniéndose a su lado en el vestíbulo-. Si Nicolas te hubiera dejado embarazada, me habría visto obligado a estar contigo el resto de mi vida.
-Eso es una tontería.
-¿Tontería? -replicó Peter, frunciendo el ceño-. En cualquiera de esas circunstancias hubiera sido una cuestión de honor aceptar la obligación que me asignó.
-Pero eso es espantoso... -exclamó Lali.
-Para ti, puede -replicó Peter-. Pero Nicolas fue la persona que me crió y yo le tenía un gran respeto. Le debo mucho. Fue un hombre que se preocupaba mucho de su familia y tenía un gran sentido de la lealtad.
Lali se quedó mirándose los pies y sonriendo. De repente, se alegró de no haberle repetido que ella era hija de Nicolas.
-¿Quieres decir que te habrías casado con una mujer sin conocerla y habrías seguido casado si Nicolas te lo hubiera pedido? -le preguntó.
-Me he casado con una mujer que no conocía... tú fuiste la que empezaste a ser más familiar y a la vez más desconocida cada minuto que pasaba en tu compañía -confesó Peter-. No te entiendo, y no me quedaré satisfecho hasta entenderte.
Lali se apartó unos pasos. No lo estaba mirando. Era una actitud defensiva, pero que no parecía funcionar en aquellos momentos. Con tan sólo oír su voz se acaloraba. -Mírame... -la invitó Peter, con voz muy dulce.
-Creo que...
-Yo no soy un mujeriego.
-Si tú lo dices.
-Estuve saliendo un tiempo con Maria cuando tenía veintiún años.
-¡Debiste de impresionarla bastante!
-Mi dinero fue lo que la impresionó más -Peter se acercó a ella con movimientos gráciles, como el de un león dispuesto a atacar a su presa-. Pero tú no funcionas así. Una respuesta nueva y sorprendente.
-¿De verdad? -Lali dio dos pasos hacia atrás, agarrándose a la balaustrada para no caerse-. ¿Por qué te sorprende?
-Porque si fueras una mujer avariciosa, habrías fingido que te atraía. Habrías estado dispuesta a acostarte conmigo, sólo para sacar algo de esa intimidad -le respondió Peter, sonriéndole de forma devastadora-. Porque no caíste en la tentación de pensar en lo que esta relación te podría reportar.
-Peter -le dijo Lali, retrocediendo, sin poder apartar su mirada de sus ojos-. ¿No te has parado a pensar que puedo ser la típica pérfida mujer que sabe que a los hombres les gustan los desafíos?
-Puede ser eso -replicó él-. ¿Por qué si no estás siempre peleándote conmigo?
-Porque... porque... -Lali intentó encontrar respuesta, mientras se agarraba a la barandilla y subía unos escalones. Podría haber perdido el equilibrio, si no hubiera sido porque Peter le sujetó las manos-. Porque me pones furiosa. ¡Por eso me peleo contigo!
-Te peleas conmigo -Peter le respondió-, para mantenerme a raya. Pero has utilizado esa táctica demasiadas veces. Es posible que yo haya tardado en entenderlo, pero te juro que, a partir de ahora, cada vez que me chilles, te taparé la boca con la mía.
-No servirá de nada. Me gusta discutir -replicó Lali.
Peter la subió en sus brazos y se la llevó hacia la habitación.
-¡Estás muy equivocada! Cuando hayamos hecho el amor, cuando estés entre mis brazos, cuando descubras el placer que podemos sentir, nunca más te acordarás de tu amigo. Puede que no sea perfecto, pero seguro que lo puedo superar con creces.
Lali lo miró. Sentía los latidos de su corazón en los oídos.
-No... no... podemos hacerlo -tartamudeó.
-Claro que podemos. Ya lo verás -Peter susurró, echándole el aliento en su mejilla. Una fuerza que no pudo controlar le recorrió el cuerpo, causando un efecto desconcertante. Giró la cabeza y se besaron.