¿Por que? Porque Peter era todo lo que ella no era, lo que no sería nunca. No tenía un problema de autoestima, simplemente no podía ignorar el hecho de que Peter la superaba en todos los sentidos. Era guapísimo, sofisticado, rico, el producto de un mundo privilegiado. Si llovía durante un día de verano, por ejemplo, la llevaba en su avión privado a alguna playa soleada. Tenía la capacidad de cambiar las circunstancias a su antojo. Había recibido una educación superior y era una persona muy inteligente, un perfeccionista obsesivo, raramente satisfecho con los resultados, por buenos que fueran.
¿Qué tenía ella que ofrecer, en comparación? Estudios primarios, una familia de clase media, una inteligencia normal y un físico también normal. ¿Cómo se había atrevido a soñar que algún día Peter se enamoraría de ella? ¿Cómo había podido creer que un día iba a casarse con un hombre así? Sin embargo, había soñado precisamente eso. Amaba a Peter, lo amaba con todo su corazón, de forma obsesiva. Y, desde el principio, ése había sido el problema. Lo amaba tanto, que era incapaz de usar el sentido común para controlar su relación con un hombre tan impresionante.
Lali levantó la barbilla, orgullosa. Quizá peter estuviera satisfecho con su relación, pero ella no. Ella quería una relación con futuro. Se ponía enferma sólo de pensar en decirle adiós, pero si para él sólo era una compañera de cama ocasional, tendría que hacerlo.
Costase lo que costase.
Por otro lado, ¿no habría elegido el peor momento para mencionar un tema que para Peter era controvertido? Quizá la palabra «aniversario» lo horrorizara. Quizá estaba sacando las cosas de quicio, quizá sólo se estaba dejando llevar por las palabras de Candela...
Allí estaba, discutiendo con Peter por primera vez desde que se conocieron en aquella carretera solitaria, poniendo en peligro su relación. Lali tuvo que apretar los puños para contener las lágrimas. ¿Qué le pasaba? Sentía tantas emociones dentro de ella, que no podía contenerlas... Nerviosa, respiró profundamente, intentando recuperar la tranquilidad que había sido siempre parte de su naturaleza.
—Lali... —Peter entró en el salón en calzoncillos y la encontró frente a la ventana. Acercándose de dos zancadas, tomó su cara entre las manos—. ¿Te gustaría ir a la fiesta de mi hermana la semana que viene?
Atónita, ella levantó la mirada.
—¿Lo dices en serio? ¡Claro que me gustaría ir!
Al ver el brillo de felicidad en sus ojos negros y esa sonrisa tan generosa que iluminaba su cara, Peter se alegró. Había hecho bien. Un fin de semana en París habría comprometido sus principios en lo que se refería a aniversarios. Que Eugueia apenas fuera a fijarse en Lali entre tantos invitados era irrelevante. No había razón para que no fuese a la fiesta, pero no tenía intención de convertir esa invitación en una costumbre.
Algún día, para cumplir con su obligación como heredero de la familia
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