Lanzani, tendría un heredero. Por eso, debía hacer una distinción clara entre su vida pública y su vida privada. Y ser discreto. A Lali le dolería, naturalmente, pero cuanto más tiempo formase parte de su vida, más difícil le resultaría separarse de él y más fácilmente se acostumbraría a aceptar las inevitables restricciones, pensó Peter, decidido.
Con el corazón acelerado, Lali apoyó la cabeza en su pecho. Se sentía como una tonta por su falta de fe. Evidentemente, debería haber hablado antes con él. Quizá Peter sólo necesitaba un empujoncito en la dirección adecuada.
—Y ahora... —dijo él, levantando su cara con un dedo. Su mirada oscura la mareaba. Se excitó incluso antes de que besara sus labios abiertos con un ansia devastadora, antes de que la tomase en brazos para llevarla de vuelta al dormitorio.
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