—No deberías haberte rebajado a eso. A partir de ahora, tendrás que respetar las normas para preservar tu dignidad —dijo Peter, apretando los dientes.
—La dignidad es algo que no me preocupa demasiado —replicó ella.
Quizá no fuera el mejor momento para decirle que había dejado el mercadillo... para acudir a las ferias de artesanía, pensó, irónica.
A veces, ser inmensamente millonario hacía que Peter fuese muy poco práctico. Después de todo, ella no tenía dinero. Durante los dos úl-timos años, había vivido de la beca de estudios y, cuando terminó el curso, el dinero que sacaba vendiendo sus bolsos la ayudaba a pagar los gastos, pero era una batalla llegar a fin de mes. Sólo al no tener que pagar alquiler había podido salir adelante. ¿Sabría Peter que ella pagaba las facturas de gas, luz y teléfono?
—Pero a mí sí me preocupa. Si no lo haces por ti, hazlo por mí —dijo él entonces, con cortante claridad.
Se sentía herido en su orgullo al pensar en Lali atendiendo a los clientes. Y debería saber eso sin que él tuviera que decírselo, pero era de-masiado ingenua para hacer discriminaciones... ¿Cuántas familiaridades, cuántas groserías habría soportado sin quejarse? ¿Qué otras cosas hacía que no le había contado? Su confianza en ella empezaba a resquebrajarse. Por primera vez, se dio cuenta del problema que representaba estar tanto tiempo lejos de Londres. Si hubiese estado más tiempo con ella, habría sabido lo del mercadillo y lo habría cortado de raíz. En el futuro, tendría que interesarse mucho más por sus actividades.
Lali conocía a Peter demasiado bien y sabía que estaba disgustado. Él nunca entendería que alguien tuviese que ganar dinero como fuera... era demasiado orgulloso. Pero la frialdad de sus ojos le resultaba insoportable.
En ese momento, se dio cuenta de que la multitud se había apartado para dejarlos pasar y se sintió incómoda al descubrir que todos estaban mirándolos. Todas las cabezas se habían vuelto en su dirección. La gente la miraba con curiosidad, pero enseguida se centraban en peter. Él era la mayor atracción y todos se apartaban como si perteneciese a la realeza. Aunque peter era indiferente a la atención que despertaba.
Una joven muy guapa de ojos claros y largo pelo rubio, su delgada figura envuelta en un vestido rosa de diseño, se acercaba a ellos. Lali, que había visto muchas fotografías de Euguenia en las revistas, reconoció a la hermana de Peter enseguida. Tenía los nervios agarrados al estomago. Deseaba tanto caerle bien... Euguenia besó a su hermano en ambas mejillas mientras se quejaba porque había llegado tarde.
Riendo, Peter se volvió hacia Lali como si fuera a presentarle a su hermana, pero en ese momento un hombre se dirigió a él en griego.
—Perdonad un momento —se disculpó, impaciente.
—Hola, Eugueia, yo soy Lali —se presentó ella, ofreciéndole su mano—.
Estaba deseando conocerte.
Con una sonrisa cínica en los labios, Eugueia contestó con desprecio:
—Eres la puta de mi hermano. ¿Por qué iba yo a querer conocerte?
Cuando se alejó, sin perder la sonrisa, Lali intentó esconder su asombro. Y su horror. Con la cara ardiendo, intentó contener las ganas de
llorar. Que la hermana de Peter, una mujer a la que ni siquiera conocía, la hubiese atacado de esa forma la dejaba helada. Pero se dijo a sí misma que no debía pensar en la barbaridad que le había dicho. Le hacía muchísima ilusión acudir a esa fiesta y Peter quería tanto a su hermana... No podía contarle lo que acababa de pasar. Si lo hacía, crearía un problema entre ellos.
Hola me recomendaron el blog voy a empezap a leer tus noves! Besos
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