—Euguenia estaba muy disgustada y no sabía qué hacer. Pero después de hablarlo con su marido, decidió que yo tenía derecho a saber que te esta-bas comportando como una puta a mis espaldas —dijo Andreas, como si mordiera cada palabra.
—¡Pero no es verdad! Nada de eso es verdad...
—Quiero que lo admitas antes de marcharme. Me debes eso, al menos —la interrumpió él.
Su mundo se hundía, pero Lali estaba fascinada al comprobar cómo Euguenia había llevado a cabo su venganza mucho antes de lo que nadie hubiera podido esperar.
—He sido una idiota —murmuró—. Siempre intento no ver los errores de los demás, no juzgarlos porque sé que tampoco yo soy perfecta. Pero se me había olvidado una cosa... tu hermana parece haber decidido que yo soy una amenaza para su seguridad.
—Eso son tonterías. Ten la decencia de dejar a Euguenia fuera de esto.
—No puedo hacerlo —replicó Lali.
Pero se preguntaba cómo iba a conseguir que Peter la creyera. Euguenia había inventado esa mentira, con el apoyo de su marido, además. El increíble testimonio de Nico hacía que las pruebas pareciesen irrefutables. Por otro lado, la historia podría ser creíble para un extraño, pero ¿no debería Peter creerla a ella por encima de todo?
—¿No me conoces? ¿No sabes que yo no sería capaz de hacer eso?
La pregunta golpeó a Peter como una explosión de dinamita. No quería mirarla, pero no podía apartar los ojos de su rostro. Había confiado en ella. Hasta que su hermana destruyó todas sus ilusiones, no tenía ni idea de cuánto había confiado en Lali. Y la verdad era un duro golpe. Pero, claro, confiar tanto en una amante era buscarse problemas, pensó amargamente. Llevaba con ella demasiado tiempo. Había dejado que su infantil sensiblería se le contagiase como un virus y que borrase las fronteras de lo que compartían: sexo, nada más. Y eso podía encontrarlo en cualquier otro sitio.
—¿Peter? —murmuró Lali, con un tumulto de emociones revolviéndose en su interior—. ¿De verdad crees que yo haría algo así?
—¿Por qué no? Lo hiciste conmigo aquella noche, en el granero.
Ella palideció. Esa frase era como una bofetada. Evidentemente, su amor por Peter se volvía contra ella. No la respetaba, eso estaba claro, nunca la había respetado. Virgen o no, había sido una conquista demasiado fácil para él y ahora veía aquella noche de entrega como si fuese la señal de que podía hacerlo con cualquiera. Era increíblemente cruel echarle eso en cara... porque Lali había guardado el recuerdo como un tesoro en su corazón: su
primera vez, la noche que se había enamorado de él... le parecía la misma esencia del romanticismo.
No comments:
Post a Comment