Friday, May 1, 2015

capitulo 33

—No pienso dejarte ir hasta que me hayas escuchado —replicó ella, poniéndose en su camino—. Esto es una pesadilla y no pienso dejar que destroce nuestra relación...
—No hay ninguna relación —la interrumpió él. Y luego, la apartó de su camino y salió dando un portazo.
Lali no podía creer que se hubiera ido, como no podía aceptar lo que había pasado. Sólo unas horas antes, cuando fueron a la fiesta, se había sentido tan feliz, tan segura... Aceptar que Peter la había dejado para siempre... y por una mentira era más de lo que podía soportar en aquel momento.
Como alguien perdido en una tierra extraña, caminó por el vacío apartamento. Euguenia había contado unas mentiras horribles sobre ella... Ese comportamiento era tan inexplicable que, durante unas horas, estuvo planeando cómo ponerse en contacto con la hermana de Peter para con-vencerla de que debía retractarse de tan falsa acusación. Pero incluso su lado más optimista sabía que eso sería imposible.
Después de todo, incluso antes de haber tenido la desgracia de ver a Euguenia en circunstancias comprometedoras, ella había dejado claro que la despreciaba. La hermana de Peter tenía demasiado que perder si decía la verdad y había triunfado con sus mentiras. Había conseguido destruir la fe de Peter en ella y, por lo tanto, su relación, consiguiendo así hacerla desaparecer de la vida de su hermano.
Lali apretó los puños. Debería haberle contado a Peter que había visto a Euguenia con otro hombre. Debería haberse defendido...
Pero, ¿qué posibilidades había de que Peter se pusiera de su lado? Habría tenido que acusar a Euguenia de mentirosa y de serle infiel a su marido. Imposible. Él adoraba a su hermana y era muy protector con ella. Jamás la habría creído. Cualquier ataque contra Euguenia lo habría enfurecido aún más.
No había nada que hacer. Peter se había ido para siempre. ¿Cómo podía seguir respirando?, se preguntó. No podía imaginar la vida sin él...
Sus ojos se llenaron de lágrimas y, por primera vez esa noche, pudo llorar. Se tiró sobre la cama y lloró hasta que empezó a dolerle la garganta, los ojos, el alma. En el silencio que siguió a sus sollozos, se sintió abrumada por una terrible sensación de soledad.
En la limusina que lo llevaba al dúplex, Peter se tomó dos copas de coñac. Lo que Euguenia había visto no admitía posibilidad de error. Los absurdos intentos de Lali por demostrar su inocencia sólo habían conseguido enfurecerlo más. Peter se concentró en esa furia, dejando que se convirtiera en una nube roja ante sus ojos, una nube que suprimía cualquier otro pensamiento.
Y probaría que estaba mintiendo, decidió. Llamó a su jefe de seguridad y, disculpándose apresuradamente por lo tarde de la hora, le pidió un informe completo sobre los movimientos de Lali durante los últimos meses.

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