Monday, May 18, 2015

capitulo 37

 Peter se quedo helado al oir la confirmacion de sus sospechas, maravillado por cuanto le costaba aceptar lo oido. Apreto la mandibula.
—¿Cómo sabía Tipo que estarias en el aeropuerto? —exigio.
—Tipo esta aquí... ¿en París? —Lali lo miro temblorosa. Peter la vio palidecer. Estaba claro que el nombre le provocaba panico, pero le enfurecio aun más que eso le preocupara—. Crei que estabamos solos aquí —Lali solto una risita debil, y se le revolvio el estomago al imaginar el trato que habria recibido si los guardaespaldas de su padre la hubieran encontrado antes.
—Antes dije que eras mi esposa, pero una mujer que se marcha unas horas despues de haber echo sus votos matrimoniales no es esposa mía —declaro Peter—. Sin embargo, ¡tengo derecho a saber con quien pensabas encontrarte!
—¿Encontrarme? —Lali lo miro ciegamente, intentando enfrentarse a su primera afirmacion. Por supuesto que el no queria una esposa así, ningun hombre la querria. Una mujer sin lealtar, decencia u honradez. Era comprensible; supo que habia quemado sus naves. La invadio una terrible sensacion de vacio. Intento consolarse pènsando que seguia siendo libre. Ya no era tan ingenua como cuando tenia dieciocho años y sabia que los guardaespaldas no podian obligarla a ir con ellos si estaba dispuesta a montar un escandalo publico que llegara a los periodicos, pero eso no la consolo.
—¡La verdad! —grito Peter con frustacion—. Quiero la verdad. ¿Quién te espera en Londres?
—Nadie... nadie sabe que iba allí —musito Lali, sin entender el hilo de la conversacion.
—¿Ni siquiera Gaston...? —apunto Peter con una voz profunda y airada, teñida de amenaza.
—¿Gaston? —repitio Lali confusa—. ¿Por qué iba a encontrarme con Gaston despues de tanto tiempo? Ni siquiera se donde vive.
El silencio quedo en el aire, como un fragil cristak a punto de caer al suelo. Peter, inflamado por las sospechas, estudio su rostro. Ya no confiaba en ella. No la habia creido capaz de hacer lo que habia echo. Cada vez que veia su rostro provocativo, se encendia más. “Puede que Lali te sorprenda”, habia dicho Alejo con sorna. Y lo habia hecho. Pero Peter no pensaba permitir que ninguna mujer se burlara de él.
—Si no hay otro hombre, ¿por qué ibas a Londres? —insistio Peter, pensando que parecia una muñeca de carne y hueso: pelo fabuloso, rostro perfecto, delicadas pero sensuales curvas y piernas esbeltas. Era el sueño de cualquier hombre, incluida
la inocente mirada de sus enormes ojos negros. Pero una esposa que se escapaba antes de la noche de bodas, no era su sueño.

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