En un momento de sinceridad mordaz, acaecido entre el sueño y la vigilia en su habitación de un hotel de Manchester, Lali Esposito reconoció que su vida no era lo que una vez había soñado que sería. Aun así, no tenía la menor sospecha de que estaba a punto de enfrentarse a su peor pesadilla hecha realidad.
En cualquier caso, en su séptimo cumpleaños su padre le había enseñado a enumerar todas las cosas buenas que tenía, después de que su encantadora madre hubiera vuelto a faltar a una de sus visitas prometidas. Aquellas continuas decepciones le habían hecho tanto daño a Lali que había aprendido muy pronto a mirar el lado positivo de las cosas. Así se protegía a sí misma, borrando los pensamientos negativos con un mantra en el que se repetía todo aquello por lo que debía dar gracias. En esta etapa de su vida, se sentía agradecida por tener un novio maravilloso, Benjamin, quien se había enamorado de ella a pesar de todos sus defectos. Luego, estaba su numerosa familia. Y también tenía un trabajo genial, en el que ganaba un sueldo fabuloso y que había animado a Benjamin a pensar en el matrimonio.
Una sonrisa soñadora curvó sus generosos labios. Inundada por un delicioso optimismo, agarró el mando a distancia y encendió la televisión para ver las noticias.
—Tras la reciente caída en las cotizaciones, la llegada a Londres de Juan Pedro Vargas ha alimentado los rumores de una posible quiebra en el sector de la electrónica.
Lali se irguió bruscamente en la cama hasta sentarse mientras en la pantalla aparecía la imagen del magnate italiano en el aeropuerto de Heathrow. Como de costumbre, iba rodeado por su personal y sus guardaespaldas, y su alta e imponente figura congregaba a un ejército de paparazzi frenéticos por llamarle la atención. Sin embargo, Peter caminaba con tranquilidad, sin ninguna prisa por salir de aquel tumulto. El hombre de hielo, pensó Lali adustamente. Aunque estaba en mitad de la treintena, irradiaba la autoridad y la seguridad de los ejecutivos poderosos y despiadados, gracias en parte a su enorme fortuna y su brillante don para los negocios. Con sus permanentes gafas de sol, su rostro era tan inescrutable como una pared de granito.
Viéndolo, Lali sintió un escalofrío por la columna. Con mano impaciente se apartó un mechón de sus cabellos negros que le caía sobre la pálida frente, al tiempo que los suaves contornos de su rostro redondeado se tensaban en una mueca de desaprobación. Diez años antes, Peter Vargas había adquirido la compañía farmacéutica en la que el padrastro de Lali había trabajado. Despojada de todos sus bienes la debilitada empresa había acabado por desaparecer, y como consecuencia, el desempleo había hecho estragos en el pueblo de Lali y había destrozado a más de una familia feliz. Lali despreciaba todo lo que Peter Vargas representaba: aquel hombre no creaba nada, simplemente destruía cuanto encontraba a su paso en nombre del progreso y los beneficios económicos.
En aquellos días, Lali había sido una chica de campo, inmensamente feliz de ayudar en la escuela de equitación. Nada le gustaba más que trabajar con caballos. Por eso se había quedado tan desconcertada dos meses atrás, cuando recibió la inesperada herencia de una pariente desconocida que le había dejado un pequeño
negocio en la costa occidental de Irlanda. Al principio se había quedado absolutamente perpleja por la noticia, pero al asombro dejó rápidamente paso a la irritación, cuando se enteró de que había una interesante oferta para comprar la propiedad. Tanto se había indignado que a punto estuvo de tomar el primer vuelo hacia Kerry. Por desgracia, ninguno de los que la rodeaban compartía su entusiasmo por investigar su legado y patrimonio irlandés.
Massss
ReplyDeleteotroooooo
ReplyDeletequiero mas
ReplyDeletemas mas mas mas mas mas mas mas mas
ReplyDelete