Lali se estaba poniendo pálida por momentos.
—Pero ¿por qué mi prima pidió prestada una cantidad tan enorme?
—Los ingresos de las cuadras cayeron en picado y empezó a contraer deudas. Supongo que el banco se negó a financiar las mejoras que quería hacer. También pensó que tenía a un ganador seguro en Gaston Dalmau... aunque sé que hace dos años sufrieron una fuerte pérdida en una carrera. Pero Julia era una mujer eternamente optimista —el abogado dejó escapar un suspiro—. Seguramente confiaba en los tres años que tenía de plazo.
—Pero tuvo que ver el riesgo de tener a Peter Lanzani como socio...
—Puede que ni siquiera leyese la letra pequeña del contrato. Lo suyo eran los caballos, no los negocios. Por aquel entonces, el señor Lanzani no era el dueño de Lanzani Court. Pero es un hombre de peso en el mundo de la competición equina, y es posible que Julia pensara ingenuamente que sería una gran ventaja tener un socio como él.
Cien mil libras, pensó Lali, cada vez más horrorizada. Era una suma exorbitante. Aunque empleara todo el dinero que había ganado con la venta de su apartamento de Londres seguiría sin poder devolver la cantidad y al mismo tiempo mantener la esperanza de reflotar el negocio. Saldar aquella deuda destruiría sus proyectos para las cuadras. Y si no la pagaba y conseguía tener beneficios, ¡Peter Lanzani se quedaría con la mitad de sus ganancias! ¿Ése era el hombre que se había atrevido a invitarla a cenar? ¡No era extraño que le hubiese advertido contra los desafíos que podían plantear las cuadras!
—¿Por qué no se ha mencionado antes este contrato? —preguntó duramente—. Me parece algo inexcusable que me esté enterando ahora.
—Por lo visto, el señor Lanzani está dispuesto a olvidarse del contrato si accede a venderle la finca.
—¡Pues a mí me parece que su oferta es demasiado generosa teniendo en cuenta que su propia casa se cae a pedazos!
—El señor Lanzani sólo tomó posesión de Lanzani Court después de la muerte de su padre, Valente Vargas, hace algunas semanas. Creo que ha previsto un plan de renovación a gran escala —explicó el abogado, sin darse cuenta de la bomba que acababa de soltar.
Lali lo miró con los ojos como platos, absolutamente perpleja.
—¿Vargas? Es... ¿Me está diciendo que Peter Lanzani es en realidad Peter Vargas? —preguntó con un hilo de voz—. La primera vez que lo vi pensé que había algo familiar en él, pero nunca se me habría ocurrido establecer esa relación.
—Mi consejo, y esto se lo digo extraoficialmente, es que le venda la finca y se compre otro terreno por los alrededores —le sugirió el abogado, obviamente incómodo—. Es un hombre despiadado si alguien se interpone en su camino, pero ha sido extremadamente generoso con este pueblo y cuenta con el apoyo de toda la gente de aquí. Le está ofreciendo un precio más que justo. No puede luchar contra esa cantidad desmedida de dinero y poder...
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