En ese punto la expresión de Peter se endureció visiblemente.
—¿Me tomas el pelo?
—No. Sospecho que es la forma que tienen mi madre y Eugue para fingir que Benjamin y yo nunca estuvimos hechos el uno para el otro —invadida por la tristeza, Lali arrojó al fuego un montón de fotos y un pingüino de peluche con un corazón rojo de satén—. No quiero que se case con él. Es tan mezquino y egoísta por mi parte...
Peter intentó no sonreír mientras ocultaba subrepticiamente la botella de vino y el reproductor de CDs, antes de que ella pudiera darse cuenta de que las desgarradoras canciones de desamor y traición habían acabado.
—No creo que en ti haya la menor malicia.
—¿Qué sabrás tú de eso?
—Posiblemente más que tú —repuso él, pensando en las mujeres que había conocido. Lali era terriblemente sincera y no hacía oídos sordos a su conciencia.
Pero al ver la expresión interrogativa de sus brillantes ojos negros, decidió no asustarla con historias de mujeres extremadamente astutas y codiciosas. En vez de eso, se limitó a levantar una mano y apartarle un mechón de pelo negro que le caía sobre la mejilla.
A Lali se le dilataron las pupilas y se le hizo un nudo en la garganta.
—Se supone que estoy quemando mis cosas... no hablando contigo.
Como si estuviera dispuesto a ayudarla, Peter agarró algunos objetos y los arrojó al fuego.
—¿Siempre haces lo que se supone que tienes que hacer?
El timbre intenso y profundo de su poderosa voz despedía una intimidad que recorrió la tensa espalda de Lali como una suave caricia. Un ligero estremecimiento la sacudió y, como si temiera romper el hechizo que la tenía embelesada, asintió con la cabeza.
—Sí.
—Eso es ser demasiado predecible.
—Querrás decir aburrido.
—Te preocupas demasiado por todo. No puedes tomar todas las decisiones como si estuvieras siguiendo una especie de reglamento —la censuró Peter, avivándole el calor de la mejilla con su aliento—. Tienes que aprender a disfrutar de ti misma otra vez.
Sus ojos parecían de esmeralda fundido a la luz de la hoguera. Lali intentó respirar hondo una vez más.
—¿Por qué no estás haciendo lo que hacen los multimillonarios un viernes por la noche?
Su rostro esbelto y atractivo permaneció enervantemente inexpresivo.
—¿Y qué es lo que hacen?
Lali se encogió tímidamente de hombros, para dar a entender que no tenía la menor idea de lo que hacían los multimillonarios en sus fines de semana.
—Algo en sus yates o aviones privados... Jugar en un casino... esquí acuático... celebrar una gran fiesta con un montón de hermosas mujeres... No estar contemplando una hoguera en un prado de Irlanda...
—Te estoy contemplando a ti.
Maass ❤️❤️❤️
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