Saturday, October 3, 2015

capitulo 12

El camino se desplegaba en una extensión de hormigón rodeada por cobertizos y establos, construidos con los materiales más variopintos y no precisamente pintorescos. Aquel lugar prometía trabajo y dedicación exclusiva, pero a Lali no se amedrentó. Tenía un poco de dinero y un par de manos que invertir.
Giró en la esquina siguiente y el corazón casi se le salió del pecho. En medio de una espléndida arboleda se levantaba una casita blanca con un techo de paja tan empinado que parecía un sombrero de bruja. Las ventanas con parteluces y la puerta de madera corroída apenas destacaban por la desgastada pintura roja.
Completamente atónita por el aspecto excéntrico y anacrónico de aquella casa, así como por su supuesta edad, Lali parpadeó un par de veces, frenó en seco y salió del coche a explorar.
La llave se introdujo en la cerradura con facilidad. Una buena señal, pensó Lali, temblando por la emoción. Al entrar la recibió el sugerente olor a flores y cera de abejas. Un pequeño fuego ardía en una gran chimenea ennegrecida, que aún disponía de todos los accesorios metálicos que una vez habían servido como instrumentos de cocina. El resplandor de las llamas iluminaba la negra pátina de una mesa central, sobre la que había un florero de cristal mellado con rosas y espigas violetas.
Había dos puertas, la primera de las cuales daba a una pequeña habitación dominada por una cama con un alto cabecero de latón y un gran armario Victoriano. La otra puerta conducía a una extensión más moderna de la casa: una cocina que albergaba un fogón Aga y un escritorio bastante desordenado en un rincón, y cuyas paredes estaban empapeladas con escarapelas hechas jirones y fotos descoloridas de carreras de caballos. Un corto pasillo acababa en otro dormitorio.
Rezando porque la puerta final fuera la de un cuarto de baño con las correspondientes comodidades, Lali giró el pomo.
—¡Fuera! ¡Está ocupado, Daniela! —gritó una voz masculina al otro lado.
Casi en el mismo instante, Lali oyó que se abría otra puerta y una joven que gritaba:
—Gaston... hay un coche fuera. Olvídate del baño. ¡Si es esa Esposito la que ha llegado, no querrá encontrarse a un desconocido en su bañera!
Una adolescente alta y extremadamente delgada, con pantalones de montar y brillantes ojos azules, vio a Lali y se llevó una mano a la boca. Su pelo negro y puntiagudo con mechas moradas le daba un aspecto realmente gótico, pero era una chica extraordinariamente guapa.
Se oyeron los chapoteos de un cuerpo saliendo precipitadamente de una bañera.
—¿Cómo sabes que no le gustará? Tengo un don con las mujeres —dijo Gaston—. Puede que hasta se alegre de encontrarme aquí...
—No podré darle una opinión sincera hasta que no lo haya visto —murmuró Lali.
Un silencio se hizo en la estancia, y entonces la cabeza de un gigante rubio de ojos azules se asomó por la puerta para mirarla.
A pesar de la irritación que le producía encontrar su propiedad invadida por desconocidos, a Lali no la sorprendió la seguridad que tenía Gaston en sí mismo
con las mujeres. A sus veintipocos años y con una sonrisa letal, era realmente atractivo.
—Demonios... ¡Lo siento! —gimió, y cerró la puerta con rapidez.

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