Saturday, October 3, 2015

capitulo 13

—Soy  Daniela... su moza de cuadra a tiempo parcial —se presentó la joven, alzando el mentón con orgullo.
—No sabía que alguien más tuviera las llaves de este lugar —comentó Lali con cautela. Daniela se puso colorada.
—Gaston es como el socio extraoficial de Julia y siempre se ha sentido aquí como en casa.
—¡Sólo que ahora hay una nueva propietaria! —exclamó Gaston desde detrás de la puerta, la cual había vuelto a abrir ligeramente.
—Supongo que debo daros las gracias por limpiar el polvo y encender el fuego — dijo Lali.
Fue hacia la cocina y llenó la tetera para ponerla a hervir. Estaba muy cansada y muerta de hambre, y tenía que sacar a Sansón del coche. Después de haberse levantado al amanecer el día anterior, había conducido desde Londres a Gales, donde embarcó en el ferry. Una vez en suelo irlandés, se había alojado en una pensión y esa misma mañana había cruzado la isla hasta la costa atlántica en un viaje largo y agotador.
—No. ¿Por qué iba a tener que hacer yo eso? —preguntó Daniela, en un tono que sugería lo extrañas que le resultaban las tareas domésticas.
—Bueno, es obvio que alguien lo ha hecho.
—Pero yo no sabía con seguridad cuándo vendría usted...
—¡Santo Dios! —exclamó Lali, perdiendo el interés en aquel pequeño misterio cuando miró por la ventana. Una enorme mansión se levantaba en la colina que se elevaba junto a su nuevo hogar. Recortada contra el cielo gris, la casa era un perfecto ejemplo de arquitectura georgiana, y su emplazamiento era ciertamente espectacular—. ¿Qué es eso?
—Lanzani Court.
Lali se puso tensa al oírlo.
—¿Guarda alguna relación con una empresa llamada Lanzani Enterprises?
—Bastante —recalcó Daniela—. Con Peter Lanzani de su parte no tiene por qué preocuparse de nosotros. No queremos que se vaya. Estamos con usted, y nos parece genial que quiera sacar adelante este sitio.
—Me alegra oírlo —murmuró Lali, ahogando un bostezo mientras iba al coche a buscar a Sansón y las provisiones que había comprado de camino.
¿Querría ese Peter Lanzani que se marchara?, se preguntó con una mueca de desagrado. Ya había intentado echarla de allí con una lucrativa oferta. Pero no conseguiría nada a menos que ella accediera. Entonces, ¿por qué las palabras de Daniela la hacían sentirse amenazada?
Sansón echó a correr en cuanto lo sacó de la bolsa y saludó a Daniela con un débil ladrido, pero reservó su mayor entusiasmo para la comida y el agua que Lali le sirvió.
—Nunca había visto un perro tan pequeño —comentó Daniela con voz ahogada—. ¿Seguro que es un perro o es una rata? Será mejor que tenga cuidado con él en las cuadras. Los caballos pueden dar mucho miedo.

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