Peter no hizo ningún comentario, pero tampoco aprobó la entusiasta respuesta de Lali ni su disposición a perdonar la traición de su hermana. En su opinión, Eugue era tan culpable como Benjamin y podía volver a hacerle daño.
Las celebraciones de la boda de Teresina, la tercera prima de Peter, y su novio Alfredo comenzaron temprano con un suntuoso desayuno bufé en casa de los padres de la novia. Lali se sintió abrumada por la efusiva hospitalidad que le prodigaron. En la pequeña iglesia sólo había espacio para los familiares más allegados. Teresina, morena y tímida, emergió del brazo de su marido para presidir el banquete de boda que tenía lugar en la plaza del pueblo, donde se habían dispuesto largas mesas a la sombra de los castaños. Los platos fueron servidos ininterrumpidamente, cada uno más elaborado y delicioso que el anterior. Uno de los invitados se levantó para cantar, algunos habían llevado instrumentos, y en un escenario los niños formaron un coro para ofrecerles una serenata a los recién casados. Todo fue muy informal y divertido.
—Daniela debería estar aquí —le susurró Lali a Peter—. ¿Tu familia italiana sabe que tienes una hermanastra?
—Sí. La invité a venir el año pasado, pero no quiso.
—Seguro que se pensó que sólo la estabas invitando por cortesía. Tendría un miedo terrible de no ser aceptada. Ser hija ilegítima le provoca mucha inseguridad.
—¿Te das cuenta de que estás convirtiéndote en algo semejante a una enciclopedia con piernas especializada en adolescentes difíciles?
—Peter... ahora mismo estoy tan llena que mis piernas no podrían llevarme a ninguna parte —le confesó ella—. Tendrás que llevarme en brazos al coche.
Peter le clavó la mirada en su sonrisa burlona y, antes de que ella pudiera adivinar sus intenciones, reclamó su boca con un beso. Al instante se oyó una explosión de risas y aplausos, seguidos de comentarios divertidos en italiano.
—¿Qué están diciendo? —preguntó Lali.
Peter se encogió de hombros y ella se ruborizó. No era difícil adivinar el significado de las bromas, y menos en una boda. Estuvo tentada de decirle que ella no se casaría con él ni aunque se lo pidiera de rodillas, pero sabía que lo mejor era no expresar aquel sentimiento.
Estaban esperando para subir al avión en Pisa cuando Emilia, que obviamente había hablado con Eugue, llamó y le pidió a Lali que se vieran mientras estuviera en Londres. Emilia rara vez mantenía más que unas pocas palabras con Lali por teléfono, pero en aquella ocasión fue aún más breve y concisa que de costumbre y no le dio oportunidad a su hija para decirle que estaba a punto de despegar de Italia.
Una vez en Londres, Peter se separó de ella con la mayor discreción, emplazándola a cenar en su apartamento aquella noche antes de que él se fuera a Nueva York.
—Puedes quedarte en mi casa esta noche y volver a Irlanda por la mañana.
Eugue abrió bruscamente la puerta de su apartamento.
—Será mejor que pases.
Lali se fijó inmediatamente en cuánto había cambiado su hermana en los últimos meses. Eugue había perdido peso y, aunque siempre había sido delgada y
esbelta, el resultado no la favorecía en absoluto. Tenía el rostro demacrado y su traje gris de pantalón no se parecía en nada a su estilo joven y aventurero. Lali puso una mueca de desagrado al recordar lo que Stefano le había dicho sobre Benjamin: a su ex novio le había gustado que ella también vistiese como le gustaba, como una señora vieja y apagada.
necesito mas novela
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