Peter inclinó la cabeza, luciendo aquella carismática sonrisa que Lali tanto adoraba.
Con la espalda completamente rígida, se obligó a mantener la vista en su dirección pero sin enfocar la mirada.
—Me encantó Italia y lo pasé muy bien. Pero me gustaría que volviéramos a ser socios en las cuadras... y nada más.
—De acuerdo —murmuró Peter, totalmente inexpresivo.
—He sido muy feliz y no quiero que pienses que no te aprecio —siguió Lali, buscando desesperadamente las palabras adecuadas para no hacerle daño.
El rostro de Peter permaneció impasible.
—¿Por qué habría de pensarlo?
—Simplemente he pensado en esa posibilidad, y no podría soportarlo —murmuró Lali frenéticamente, entrelazando sus inquietas manos delante de ella—. Para mí es muy importante que sepas que he sido muy feliz contigo...
—Pero no lo eres en este momento.
Lali parpadeó, asfixiada por sus pensamientos y reacciones.
—¿Cómo dices?
—Parece bastante obvio que en estos momentos no te hago muy feliz —concretó Peter con dureza.
—Pero eso no es culpa tuya —arguyó ella con expresión afligida—. Por favor, no pienses que es culpa tuya. Espero que podamos seguir siendo amigos.
—No —respondió él sin dudarlo.
A Lali le temblaba el labio inferior, y tuvo que bajar la mirada al suelo de mármol hasta que recuperó un mínimo control sobre sus emociones.
—Es muy importante para mí.
—O estás en mi vida con mis condiciones o estás fuera de ella.
—Entonces estoy fuera —murmuró ella.
—¿Sigues pensando ir directamente al aeropuerto? —preguntó él.
—Sí —respondió con un hilo de voz.
Peter agarró el teléfono.
—Mi chófer te llevará.
Lali esperó que dijera algo más, en vano. El silencio se la clavó en la piel como unas garras invisibles, y temió que si hacía algo por llenarlo, acabaría permitiendo que la verdad saliera y dañara a Peter tanto como la había afectado a ella.
Para protegerse de aquel riesgo, Lali se giró sobre sus talones y salió al vestíbulo. Un minuto más tarde, apareció el criado con su maleta. Ningún otro sonido quebró el silencio hasta que el zumbido del interfono anunció la llegada de la limusina. Lali quiso volver corriendo al estudio y decirle a Peter que... ¿Qué podía decirle? ¿Qué había que decir?
Sintiendo como la desesperación fraguaba en su interior como un bloque de cemento, bajó en el ascensor hasta el aparcamiento subterráneo.
Noooo así tan fácil!
ReplyDeleteMaass