—Claro que sí. ¿Por qué las mujeres siempre tenéis que complicarlo todo?
Lali se sentía cada vez más abrumada por la siniestra verdad que reprimía en su interior.
—No lo sabes todo... y no quieras saberlo...
—¿Qué es lo que no quiero saber? —preguntó él, captando la insinuación al vuelo.
Era demasiado tarde para reconocer su error.
—Es sólo una forma de hablar. Peter le puso las manos en sus hombros tensos y la hizo girarse lentamente hacia él.
—No, no me mientas. O mejor debería decir que no sigas «mintiéndome. Respeto y aprecio tu sinceridad, pero desde que entraste en mi apartamento de Londres vi que me ocultabas algo.
Lali se sentía acorralada, aunque él había dejado caer las manos y se había apartado de ella.
—¡No!
—Sea lo que sea, necesito saberlo. ¡Porque no saberlo me está volviendo loco!
Ella se dirigió a la puerta y la abrió de golpe.
—Creo que deberías marcharte...
—¿Y tú dijiste que podíamos ser amigos?
Lali no confiaba en sí misma para mirarlo a los ojos.
—Hablaré contigo sobre Daniela o sobre las cuadras, pero no sobré algo más personal.
Peter caminó lentamente hacia la puerta.
—No me detendré hasta que me lo digas.
—Déjalo —murmuró ella en voz baja y suplicante—. No me presiones más con esto.
No había esperado que Peter la abordara y le exigiera una explicación. Ni había estado preparada para que él dejara caer su máscara de frialdad e indiferencia para una confrontación abierta con ella. La única mujer que lo había abandonado. Se le escapó un sollozo ahogado y se abrazó a sí misma, como si intentara contener su pena. Las lágrimas abrasivas resbalaron por su rostro en silencio.
Cuando había creído que le era indiferente a Peter, había podido convencerse a sí misma de que sólo estaba precipitando un final que de cualquier otro modo habría tenido lugar. Se había consolado con la certeza de que una aventura no tenía futuro... de que, en efecto, no había perdido nada, ya que el interés de Peter se habría esfumado inevitablemente a las pocas semanas. Pero ahora Peter había acudido a ella, diez días después de que ella saliera de su vida, y le había pedido una explicación. No estaba demostrando frialdad ni indiferencia. Era un hombre reservado que confiaba en muy pocas personas. Y también era muy orgulloso. Sin embargo, había tenido la suficiente humildad para preguntarle qué pasaba, e irónicamente, eso la hacía sentirse peor que nunca.
Peter escuchó el saludo de Albert al amanecer... en su novedosa y particular versión nocturna. Le fastidió que por primera vez no sintiera ganas de estrangular al maldito gallo. Y también le fastidiaba haber pasado la noche en vela después de
haberse saltado la cena. Su mundo ordenado y tranquilo se tambaleaba peligrosamente, y eso lo inquietaba.
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ReplyDeleteotrooo otrooo
ReplyDeleteMaasss
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