Saturday, October 3, 2015

capitulo 18

En cualquier caso, los cafe ojos de Mary estaban fijos en el objeto de su deseo femenino. Esbozó una sonrisa propia de Helena de Troya que iluminó la exquisita simetría de su rostro, y Peter la observó pensando que ningún hombre, ni mujer, podría aspirar jamás a una exhibición semejante de amor propio. Mary cambió ligeramente de postura y se pasó una mano por la esbelta curva del muslo. Parecía a punto de alcanzar el éxtasis, embelesada con su propia imagen en el espejo del siglo XVIII de la pared opuesta.
De repente, un ruido procedente del exterior hizo que Peter desviara la atención hacia la ventana. Un caballo galopaba a vertiginosa velocidad a través del campo que se extendía más allá del césped. Peter lo observó con interés. Era un gran aficionado a los caballos, y poseía unas cuadras mundialmente famosas en Kildare.
Se levantó para una mejor vista y entonces percibió un atisbo de color tras el seto que delimitaba el campo. Rápidamente agarró los prismáticos de la mesa.
Una mujer intentaba abrirse camino a través del seto. Iba vestida con un atuendo de lo más extraño: una camisola y unos shorts con flores rosas, que a todas luces parecía un pijama y unas... ¿botas de agua verdes? Peter arqueó una de sus aristocráticas cejas negras. Un rayo de luz se reflejó en los cabellos de la mujer, tan negros como el vino contra su pálida piel. ¿Podría ser la mujer de Londres tan dura e inflexible que se había negado a vender la propiedad Gallagher para devolverla a la hacienda de Lanzani Court? ¿La mujer que quería retirarse al campo y llevar una vida idílicamente sencilla? Peter no pudo evitar una sonrisa al pensar en eso. Otra soñadora más que acabaría mordiendo el polvo...
—Si la montaña no viene a Mahoma... —dijo Mary en tono sensual, pasando las manos por debajo de la camisa de Peter para recorrerle su musculosa espalda.
Peter apretó los dientes y se movió para apartarla. No estaba de humor. Después de una semana en el yate en el que Mary había aprovechado hasta la última oportunidad para pasearse desnuda delante de la tripulación, la modelo había perdido todo su misterio y atractivo para él. La había traído consigo para pasar el rato en el avión, tal vez con un poco de remordimiento por su parte ahora que el deseo se había esfumado. ¿Por qué se aburría tan fácilmente? ¿Por qué la búsqueda era más emocionante que la recompensa? Aunque si era sincero consigo mismo, ¿cuándo había tenido que emplear sus tácticas de seducción y persuasión para conseguir a una mujer?
Entornó la mirada y observó con atención a la mujer que corría por el campo. Sus pechos firmes y redondeados se balanceaban con descarado desenfreno. El semental surcaba como un gran pájaro negro la ondulante extensión de césped, seguido con evidente dificultad por la casta ña. Tenía un trasero voluptuoso en forma de corazón. Peter tuvo que admitir que le despertaba el interés, con aquella camisola ceñida a un cuerpo de tentadoras curvas que se asemejaba a un reloj de arena. Tanta opulencia femenina en un solo cuerpo era algo indiscutiblemente sexy. Sin pretenderlo, aquella mujer había logrado el efecto que Mary había intentado en vano conseguir. Su libido adormecida se despertó con un arranque de entusiasmo sexual que lo sobresaltó.

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