Tuesday, October 6, 2015

capitulo 43

Un hombre alto y delgado de unos treinta años, de pelo negro y despeinado y ojos azules y tímidos, salió del todoterreno. Su nombre era Pablo Martines y era el amable vecino que había estado cuidando a los animales de Julia. Lali agradeció la distracción, pero esperaba que Gas y Daniela pudieran hacerse cargo de las nuevas mascotas durante su ausencia.
Las gallinas formaban una colección bastante lamentable, pero con la ayuda de Tolly pronto estuvieron felizmente instaladas en el gallinero. El gallo, Albert, pequeño y blanco e imbuido de un considerable engreimiento, tomó posesión inmediata del tejado del gallinero y se puso a cantar en un tono tan fuerte y agudo que no se correspondía nada con su diminuto tamaño.
—Gas le traerá la yegua —informó Pablo—. Pero tengo a Peanut en el asiento trasero.
—¿A quién?
Pablo puso una mueca y sacó a un cerdito robusto del asiento.
—Es todo un engorro. Julia la crió como animal doméstico y ahora no sabe comportarse como una cerdita. Tuve que encerrarla en el granero por su propia seguridad.
Lali contempló perpleja a Peanut, que salió corriendo hacia la casa.
—¿Un animal doméstico?
Pablo sacudió la cabeza.
—Es una cerdita doméstica. Julia solía decir que era mucho más lista y limpia que cualquier perro.
Lali siguió a Peanut al interior de la cocina. Con el marcado aspecto de un cerdo agradecido por reencontrarse con las comodidades de una casa, Peanut se tumbó en el viejo felpudo frente a la cocina y se estiró a sus anchas para echar una siesta. Tan asombrado como podía estar un perro, Sansón salió de debajo de una silla y se puso a ladrar agresivamente, pero Peanut se limitó a rodar juguetonamente, como si fuera otro perro. Perplejo, el chihuahua se debatió entre avanzar y retroceder mientras calibraba al intruso. Finalmente, cada uno se quedó con un extremo del felpudo.
Pablo no tenía prisa por volver a casa. Aceptó una taza de té y con meticulosa seriedad le ofreció a Lali unos cuantos consejos sobre la cría de animales.
También le prometió llevarle un libro sobre pollos que había pertenecido a su madre.
Tolly se quedó en la casa hasta que el joven se marchó.
—Creo que ha hecho una conquista —le comentó a Lali con una risita divertida—. Nunca había visto a este joven hablar tanto. Es muy callado, ¿sabe? Pero es de buena familia y tiene una granja.
Lali se puso colorada ante la significativa valoración del viejo.
—No estoy buscando a un hombre, Tolly.
—Pero seguro que el amor la está buscando a usted, y no podrá escapar cuando la encuentre —replicó él, antes de marcharse con una sonrisa.
El amor, pensó Lali desanimadamente, y soltó una amarga carcajada que resonó en las paredes de la cocina. Se había pasado casi toda su vida adulta
enamorada de un hombre que la había sustituido sin el menor escrúpulo. Tal vez fue esa falta de sentimientos y sensibilidad por parte de su ex novio lo que más le había dolido. 

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