A las dos menos cinco estaba tirada en el suelo de su dormitorio, intentando subirse la cremallera de sus vaqueros favoritos. Fue en ese preciso instante, cuando estaba a medio centímetro de lograr su objetivo, cuando oyó que se acercaba un vehículo. Consternada, dejó escapar el aliento y la cremallera volvió a bajarse. Mientras se esforzaba por intentarlo de nuevo llamaron a la puerta principal.
Con un gemido de angustia, se quitó los vaqueros de un tirón enérgico. Como había olvidado correr las cortinas, tuvo que arrastrarse hasta la cómoda para sacar unos pantalones holgados. Se los puso frenéticamente y corrió a abrir la puerta.
—Lo siento... ¿he llegado demasiado pronto? —preguntó él, adoptando una expresión maliciosa al obser—ar su aspecto desarreglado y despeinado.
Él, en cambio, iba impecablemente vestido con una chaqueta marrón, unos pantalones bombachos y botas de piel. Con gran dificultad, Lali reprimió el impulso de pasarse una mano por el pelo para retocárselo un poco.
—No. Estaba haciendo limpieza en el trastero —le dijo con calculada despreocupación, pensando que había sido precisamente eso lo que había estado haciendo hasta que se dio cuenta de la hora y tuvo que lavarse y cambiarse de ropa a toda prisa—. Perdí la noción del tiempo. ¿Qué te gustaría ver primero?
—Ya lo he visto todo... A menos que hayas hecho algún cambio —la miró con una ceja arqueada—. No, me parece que no.
Momentáneamente desconcertada ante lo que sospechaba que había sido una provocación para desarmar cualquier pretensión que pudiera tener ella, Lali decidió darse por aludida e ir directamente al grano.
—Muy bien, en ese caso empecemos —sugirió, cerrando la puerta tras ella para impedir que Peanut y Sansón salieron como centellas y arruinaran su credibilidad negociadora.
—Punto primero —dijo Peter antes de que ella pudiera seguir hablando—. Quiero que esta casa sea reformada.
—Lo entiendo, pero...
—Naturalmente, yo correría con los gastos. Lali frunció el entrecejo, evidenciando su asombro.
—Pero aquí es donde vivo...
—Ahora la mitad me pertenece —señaló él tranquilamente—. Me conformaré con que se restaure el exterior. Traeré a un especialista para que haga una valoración, pero creo que una de las primeras medidas será cambiar el tejado.
Siendo la casa un edificio histórico, la preocupación de Peter era lógica, admitió Lali a regañadientes. Y tampoco podía objetar nada a su oferta de pagar los gastos. Sin embargo, al reclamar su derecho a reparar el techo bajo el que ella vivía, estaba atacando directamente al corazón de su seguridad. Recordarle que era el dueño de la mitad de su hogar no podía ser más inoportuno.
—Estoy haciendo una propuesta bastante lógica —recalcó él.
—En teoría no tengo ningún inconveniente, siempre y cuando ningún cambio se haga sin mi consentimiento. Tendrás que respetar el hecho de que ésta es mi casa, y creo que debería consultar esto con un abogado, para comprobar que más adelante no tendrías derecho a un porcentaje mayor por haber pagado tú las reformas.
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ReplyDeletemasssssssss
ReplyDeleteMaaasss
ReplyDeleteotrooooo
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