Y hasta hacía unos años, a Lali le había encantado vivir allí. Cuando era una adolescente, lo consideraba como un símbolo de estatus para impresionar a sus amigos, y había hecho lo posible para aprovechar cualquier oportunidad de invitar a alguien a pasar la noche allí u organizar fiestas en la piscina.
Ahora, sin embargo, ya sin su madre para llenar la casa de amor y risas, le parecía vacía y demasiado grande.
Era hora, Lali lo sabía, de mudarse. Debería haberlo hecho años atrás, pero primero su madre se puso enferma y luego su padre la había necesitado.
Su hermana, Candela, se había quedado por la misma razón.
Tomando las cartas y revistas con su nombre, Lali comenzó a subir las escaleras que llevaban a su habitación. Todo lo que deseaba era quitarse la ropa y darse un baño caliente. Encendería algunas velas, escucharía música clásica y tal vez bebería una copa de vino, mientras se relajaba y hacía un esfuerzo por olvidar la dificil propuesta de Peter.
Pero al parecer, tendría que pasar un rato antes de que pudiera quedarse a solas con su cansancio y sus pensamientos. La música que su hermana estaba escuchando, un fuerte rock and roll, vibraba a través de la puerta cerrada de su dormitorio y se podía escuchar la voz de Candela cantando al son de la canción.
Su intención era pasar de largo sigilosamente y entrar en su propio cuarto, cuando Candela abrió la puerta de repente y salió de su habitación en ropa interior de color rosa y medias negras.
Ambas se sorprendieron un poco, luego Candela hizo un ademán de alivio con sus ojos.
—¡Lali! Me alegra que hayas vuelto. Estaba a punto de bajar a preguntarle a Connie qué piensa de mi conjunto, pero prefiero saber tu opinión —dijo, levantando la voz por encima del sonido de la música, que ahora sonaba más fuerte con la puerta abierta.
Candela invitó a Lali a entrar y atravesó la habitación, lujosamente enmoquetada, para apagar la música. El súbito silencio era casi ensordecedor, pero Lali agradeció la tranquilidad; su hermana sabía cuánto le molestaba la música alta. A un volumen más bajo, le resultaba tolerable.
—Tengo una cena en una hora. Estamos tratando de recaudar fondos para una casa de acogida de mujeres maltratadas. Gracias a Dios, no estoy al mando, pero aun así, quiero tener buen aspecto.
Lali se sentó sobre el borde de la cama de su hermana, que tenía un gran dosel, y Candela fue hasta el armario y sacó dos vestidos.
—¿Cuál de éstos te gusta más? —preguntó Candela, sosteniendo primero uno y luego otro enfrente de su alta y esbelta figura.
Otrooo
ReplyDeletemas ♥
ReplyDeletemuero por mas
ReplyDeleteMaasss
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