Candela era, simplemente, hermosa. De tez oliva, tan suave como la de un bebé, y una figura estilizada semejante a un reloj de arena. También tenía unos hermosos ojos almendrados de un color marrón oscuro.
El único consuelo de Lali por ser la menos atractiva de las dos hermanas era que todo el mundo les decía lo mucho que se parecían una a la otra.
Además, Candela era tan bella interna como exteriormente. No había nada que no hiciese por los demás, y cuanto más necesitara algo alguien, más dispuesta estaba a ayudarle. Personal o económicamente, eso no importaba.
Solía asistir a cuatro o cinco cenas de beneficencia a la semana, como la de esa noche, y a unos cuantos almuerzos. Pertenecía a todas las organizaciones benéficas del país y a unas cuantas internacionales relacionadas con mujeres y niños maltratados, pobreza infantil, estudios médicos de prevención, asociaciones para salvar a las ballenas y a otros animales, etcétera.
El gran talento de Candela era convencer a otros a aportar tiempo y dinero a sus muchas causas. Sólo estar cerca de ella parecía hacer que los demás se conmovieran. A veces incluso los hacía sentirse culpables por no haberse preocupado de aquellas cuestiones antes de que ella los instara a ayudar.
—¿Este? —preguntó Candela, sosteniendo un vestido de tubo negro.
Después, cambió de mano y mostró otro de color rosa pálido.
Con el negro, Candela estaría fantástica. A los hombres se les caería la baba y los tendría a todos a sus pies. Con el rosa, seguiría llamando la atención, pero los asistentes no dejarían de interesarse por la causa durante la cena.
—Definitivamente, el rosa —dijo Lali.
Candela hizo un gesto de aprobación y metió el vestido negro de nuevo en el armario.
—Eso pensaba, pero necesitaba una segunda opinión. Dejaré el negro para la semana próxima, cuando tenga que recaudar fondos para un refugio de animales — dijo, sonriendo, y le confesó que estaba bien al tanto del efecto devastador que tendría con el otro vestido.
Con un suspiro, Lali se puso de pie para irse a su habitación mientras su hermana terminaba de vestirse.
—Lali, espera.
Lali se dio media vuelta. Su hermana se giró dándole la espalda, con el vestido ya puesto, y se retiró a un lado su larga cabellera.
—Súbeme la cremallera, y luego hablaremos de lo que tanto te está fastidiando.
—Nada me está fastidiando. Es sólo que estoy cansada —replicó Lali, subiendo la cremallera del vestido de su hermana.
Candela negó con la cabeza.
—Eso puede funcionar con papá, pero no conmigo. Yo soy tu hermana; puedo leerte como a un libro —dijo, y tiró de Lali hacia la cama.
Maaas
ReplyDeleteotroooo
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ReplyDeleteMasss
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