—Sansón se acostumbrará a este sitio. Puede que sea pequeño, pero tiene un corazón de león —declaró Lali, decidida a fortalecer la imagen del chihuahua.
Daniela frunció el ceño, nada impresionada en absoluto.
—No lo deje suelto por ahí. Los sabuesos de Lanzani Court se lo tragarían de un solo bocado.
Gaston salió del baño, vestido con ropas de montar. El pelo rubio y húmedo quedaba a escasos centímetros del techo, y sus ojos azules reflejaban una expresión de inquietud.
—Señorita Esposito, soy Gaston Dalmau —dijo, extendiendo la mano.
—Lali, por favor —lo corrigió ella automáticamente.
Gaston dejó un juego de llaves en la mesa.
—No habría usado el baño de haber sabido que llegaría usted hoy. Aquí le dejo las llaves.
—¡No puedes rendirte así ante ella! —le espetó Daniela con furiosa vehemencia—. Como si este lugar no significara nada para ti y no te importe perder una fortuna. Julia nunca tuvo intención de que esto pasara...
—No te metas en esto, Daniela —la cortó Gaston, claramente avergonzado—. Lali acaba de llegar, y estoy seguro de que prefiere tomar posesión de su nuevo hogar sin visitas indeseadas. Iré a encerrar a los caballos para esta noche, ¿de acuerdo?
Sin saber lo que decir ni lo que hacer, Lali salió al patio con Daniela y el gigante. Como la prima de su madre había muerto cuatro meses antes, no se le había ocurrido que pudiera haber animales en la finca. Al menos, no había aparecido ninguno en la lista de bienes. ¿Y cuál sería exactamente el papel que desempañaba un «socio extraoficial»? Al recibir una agresiva mirada de desconfianza por parte de la acalorada joven, Lali reprimió un gemido. Empezaba a sospechar que su herencia irlandesa no iba a ser tan sencilla como había imaginado.
En la parte de atrás de la casa había un granero nuevo y una fila de establos vanguardistas. El asombrado escrutinio de Lali se desvió de la explanada de arena con obstáculos hacia lo que parecía la entrada a un ruedo cubierto.
—Julia y Gaston se repartieron los gastos de la construcción. Él construyó los establos con sus propias manos. Le llevó tres años, y trabajaba de sol a sol para poder pagar su parte. Los caballos son suyos. Compró los potros y los entrenó para venderlos a los cuatro años —soltó la información con dureza—. Pero no tiene nada más, ya que todo lo invirtió aquí. Ni siquiera tiene derecho a recibir una indemnización.
Lali tomó aire y lo expulsó lentamente.
—Hablaré con Gaston —respondió con tranquilidad—. Dame tiempo para instalarme. Una le clavó una mirada intensa.
—Sólo quiero que sea justa y haga lo correcto. Alejo estaba muy orgullosa de él, y Gaston fue quien se ocupó de todo cuando ella cayó enferma.
Incómoda, Lali asintió y se dirigió hacia las cuadras para evitar más discusiones. Allí, Gaston le presentó alegremente a los tres animales, lo que la ayudó a aliviar su inquietud. Había dos castrados marrones y un enorme semental negro. Al ver a Lali, soltó un relincho nervioso y se puso a hacer cabriolas en su cuadra.
—Tenga cuidado con Pluto. Puede ser un verdadero demonio —le advirtió Gaston—. No intente agarrarlo.
Maassss
ReplyDeleteotro
ReplyDeletenecesito mas
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