Friday, October 16, 2015

capitulo 142

Lali se echó a reír, pero fue una carcajada casi histérica, y estaba caminando a tal velocidad que las pantorrillas le dolían. Había alcanzado las rocas en el extremo de la playa y ya no podía seguir avanzando, así que se dio la vuelta para encarar a Peter, furiosa por la presión a la que la estaba sometiendo y desgarrada por una amarga sensación de injusticia.
—¿Qué quieres que te diga?
—Sólo quiero saber qué pasó realmente aquel día.
—¡Sólo! —repitió ella con voz apagada. Peter la miró con toda la fuerza de su voluntad en los ojos, persuadiéndola para que hablara.
—Merezco la verdad.
—¡Nadie merece la verdad que yo sé! —gritó ella, dejándose arrastrar por la mezcla de frustración, cansancio y amargura que se habían combinado para barrer su autodisciplina.
—¿Por qué? —insistió Peter—. ¿Qué verdad es ésa?
—¡Que tu padre también era mi padre! —declaró ella.
Habiéndose traicionado a sí misma con aquella confesión, sintió que las pocas fuerzas que aún tenía la abandonaban. Estaba en estado de shock, pues había llegado al límite sin darse cuenta. Las palabras prohibidas habían escapado de sus labios con voluntad propia.
Rafael permaneció observándola impasiblemente. Sólo la rigidez de sus rasgos revelaba que había oído lo que ella había dicho.
—¿Qué tontería es ésa?
—Ojalá fuera una tontería...
—¡Es una idea repugnante! —espetó él, tomándola de las manos—. Pues claro que es una tontería. ¿Qué otra cosa podría ser?
El estrés había consumido por completo las energías y la resolución de Lali. —Aquel día fui a ver a mi madre. Me dijo que Valente Vargas era mi padre.
—¿Tu madre...?
—Ella no tiene ni idea de que tú vives aquí, ni de que yo te conozco. Ni siquiera sé si sabe que existes. Llevaba mucho tiempo preguntándole quién era mi padre... y finalmente me lo dijo. Valente Vargas.
—Es una sugerencia asquerosa —masculló él. Sus fuertes manos casi aplastaron las de Lali, pero se dio cuenta y la soltó murmurando una disculpa—. Es imposible.
—¿Eso crees? —preguntó ella, aferrándose a cada palabra que decía Peter, hipnotizada por las expresiones que cruzaban su rostro—. ¿Crees que es imposible?
—Tiene que serlo... Por mi salud mental tiene que ser imposible —declaró con vehemencia—. Puedo decirte sin ningún prejuicio que es una posibilidad del todo improbable. Mi madre estaba viva cuando te concibieron a ti. No creo que Valente viniera a Irlanda durante esos años. No tenía la menor relación con mi madre desde el divorcio. Era su asistente personal quien me traía aquí de visita...
—Pero ¿por qué iba mi madre a mentirme justamente ahora, después de haber mantenido en secreto la identidad de mi padre durante casi treinta años?
El color saludable de la piel de Peter iba apagándose poco a poco, quedándose completamente pálido a excepción de sus ojos, que ardían con fuerza.
—No pensabas decírmelo, ¿verdad?

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