Los nervios invadieron a Lali. Por alguna razón sintió que tenía que decir algo para llenar el silencio, y se puso a hablar sobre sus planes para el huerto mientras el Range Rover se detenía junto a la mansión georgiana.
—Debo de estar aburriéndote soberanamente —murmuró ella cuando entraron.
—Tú nunca me aburres. Pero ahora me toca hablar a mí.
Antes de que pudiera empezar, Peanut y Sansón salieron a recibirlos.
—Dios mío... ¿qué están haciendo aquí? Parece que se sienten como en casa —dijo Lali con preocupación—. Espero que no te importe.
—Pues claro que no me importa. Veo a Albert todos los días —su expresión se suavizó al mirar el rostro ansioso de Lali—. Quiero entregarte mi mitad del negocio. Te la mereces...
—No, yo no... No seas ridículo. ¡Si dejamos de ser socios, no tendré ninguna excusa para verte! —exclamó sin pensar. Entonces se dio cuenta de lo que había dicho y se llevó una mano a la boca—. Ups...
—Pero ¿desde cuándo necesitas una excusa para verme?
—Ya no sé dónde estoy contigo.
—¿Sigues enamorada de Benjamin?
—Cielos... ¿cómo puedes preguntarme eso? ¡Le eché a patadas de mi vida! —le recordó con orgullo.
—Eso no significa que no lo sigas queriendo. He estado obsesionado con Benjamin desde que te conozco.
—¿Cómo?
—Cuando te conocí estabas enamorada de él, y todo lo que querías conmigo era una aventura... ¡tú, picara desvergonzada!
A Lali se le encendió el rostro.
—Sólo lo pensé. No tenía intención de...
—Y no querías que te fotografiaran conmigo en Leopardstown.
—Ya te expliqué por qué no...
—Pero no me convenció. Y cuando estabas en mis brazos y me llamaste Benjamin, destruiste toda la seguridad que tenía la relación. Lali puso una mueca de dolor a recordarlo.
—Aquél fue el peor error de todos. Sé que fue horrible, pero sigo sin saber cómo pudo suceder...
—Pero sucedió, y me hiciste creer que estabas conmigo por despecho. Luego me dijiste en Italia que no estaba hecho para casarme, lo que cual volvió a llevarme a sacar desafortunadas comparaciones.
—Oh, eso lo tuviste bien merecido —declaró ella con los ojos brillantes—. Te empeñaste en dejar muy claro que nunca pensabas casarte, así que ¿qué esperabas?
Peter soltó un gruñido.
—Aún no me has dicho lo que sientes por Benjamin.
Lali se enfrentó a la impaciente mirada de sus espectaculares ojos verdes.
—Dejé de amar a Benjamin desde que me enamoré de ti.
Peter pareció quedarse atónito.
—¿Lo dices en serio?
—Creo que todo empezó la noche de la hoguera... aunque nunca se me hubiera ocurrido pensar que...
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