Monday, October 19, 2015

capitulo 3

Respirando hondo y tratando de contener los nervios, ella se dirigió hacia las dos butacas que había al otro lado de su escritorio.
—Sí —dijo ella, pasándose un mechón de pelo tras la oreja, antes de poner la mano sobre el respaldo de una de las butacas—. Soy Lali Esposito y quisiera hablar de la compañía Suministros para Restaurantes Esposito.
Supo el momento exacto en que la reconoció. No sólo de cuándo reparó en el nombre de la compañía de su padre, de la que estaba en trámites de adquirir, sino de cuándo la reconoció a ella por su nombre y posiblemente por sus rasgos, si es que recordaba algo de ella después de tantos años.
Su mirada se volvió oscura y fría, y sus labios se tensaron en una delgada línea. Dejó caer el bolígrafo sobre los papeles en los que estaba trabajando y se echó hacia atrás en el sillón mientras se balanceaba con las manos cruzadas.
Lali se sintió encoger. Ajuzgar por su reacción ante ella, su memoria era tan impresionante como sus tributos fisicos.
Su desprecio estaba justificado. Dos décadas atrás, había sido una jovencita caprichosa y consentida que había tratado mal a mucha gente, incluido a Peter.
No es que su juventud pudiera ser la excusa. Todo el mundo cometía errores de niños por los que más tarde pagaban o enmendaban.
Ahora, tenía que encontrarse cara a cara con Peter otra vez y arrastrarse ante él, en un intento de ayudar a su padre a salvar el negocio familiar. Aquél, pensó Lali, era su castigo por haberse comportado de manera tan cruel siendo una adolescente. Aunque no le resultara fácil, tenía que mantener la compostura.
Un teléfono sonó fuera en el pasillo, pero Peter no prestó atención. Siguió balanceándose en su sillón de cuero, mirándola como si pudiese adivinar sus pensamientos.
Y quizá pudiera. Se sentía expuesta, como si estuviera desnuda en mitad del despacho de Peter en vez de dentro de su traje más profesional.
La falda de lino roja y la chaqueta a conjunto, sobre una blusa blanca, siempre la hacían sentirse poderosa. Se había puesto aquella ropa a propósito, sabiendo que se enfrentaría a un león en su propia guarida.
Pero ahora se daba cuenta de que aquellas prendas no hacían cambiar nada. Se podía haber puesto una armadura y hubiera estado igual de nerviosa frente a Peter, esperando que en cualquier momento la echara de su despacho sin siquiera permitirle explicar el motivo de su visita.
Sin embargo, él arqueó una ceja y volvió a echarse hacia delante. Sus labios se curvaron en una sonrisa burlona.

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