—¿Cómo has conseguido no volver a enamorarte? —le preguntó con interés, a pesar de sí misma. La mera idea de volver a arriesgar su corazón le parecía aberrante. Por otro lado, la perspectiva de estar sola el resto de su vida, con la única compañía de Sansón y Peanut, no le parecía tan atractiva como debería ser.
—Muy sencillo —respondió Peter con una seguridad aplastante en sí mismo—. Es una cuestión de autodisciplina.
Lali se quedó muy impresionada por aquella respuesta, ya que con frecuencia había sospechado que la causa principal de sus mayores pesares era precisamente la falta de determinación. Necesitaba más fuerza de voluntad. Había estudiado una carrera que en el fondo no era de su agrado sólo por complacer a su padrastro, y luego había aceptado un trabajo de gran presión sólo para hacer feliz a Benjamin. Una y otra vez los deseos de los demás habían influido drásticamente en sus decisiones. ¿Por qué tenía aquella apremiante necesidad de satisfacer a los demás más que a sí misma? Aunque... ¿esas personas no habían sido las que ella amaba?
Ahora intentaba imaginarse cómo sería tener la autodisciplina necesaria para disfrutar de una relación sin ceder al peligroso deseo de aferrarse a esa persona para siempre. Así habría de ser, pensó tristemente mientras contemplaba una foto en la que aparecían Benjamin y ella en una fiesta de la universidad. Rápidamente la tiró a las llamas. Aquella noche había sido tan feliz y tan ingenua que le había confiado su vida a Benjamin. Pero no quería albergar memorias visuales del novio de Eugue, ni tampoco guardar los recuerdos de un pasado que sería mejor olvidar.
—¿Cuestión de autodisciplina? —repitió, y se permitió mirar a Peter por primera vez desde que invadiera sin contemplaciones su particular ceremonia incendiaria.
Inmediatamente se vio absorbida por la cautivadora presencia de aquel cuerpo grande, poderoso y relajado. No podía negar lo obvio. Peter era un hombre arrebatadoramente guapo y atractivo. De hecho, la simple contemplación de sus rasgos fuertes y carismáticos podría convertirse fácilmente en una adicción. Pero una adicción inocente, pensó Lali. Después de todo, mientras siguiera enamorada de Benjamin no corría el menor peligro de enamorarse de un hombre que estaba tan fuera de su alcance como un alienígena de un lejano planeta. Un hombre, además, con quien ninguna mujer en su sano juicio podía albergar la menor esperanza de echar raíces. Por tanto, alentada por la nula posibilidad de tenerlo como pareja, se permitió admirar sin tapujos las ardientes profundidades de sus ojos verdes, que eran verdaderamente espectaculares.
—¿Cuándo empezó Benjamin a ver a tu hermana? —le preguntó él, consciente de que al fin había conseguido su plena atención. Lo divertía no poder recordar cuándo había tenido que esforzarse por despertar el interés de una mujer.
Lali se lo dijo. Le contó cómo lo había descubierto y lo destrozada que se había quedado. Luego, al ser animada para que se extendiera en varios puntos, llegó a contarle cómo había sido toda su relación con Benjamin, desde sus comienzos hasta su amargo final. Fue como soltar una confesión, aunque cualquier tentación de entretenerse con detalles irrelevantes fue implacablemente atajada por su
interrogador, quien se negó a mostrar la menor impresión o compasión... hasta que Lali le reveló la oferta que había recibido para ser dama de honor.
mas novela
ReplyDeletequiero mas
ReplyDeleteotro :)
ReplyDelete