—Pues que sea la última vez que vienes por aquí —le soltó Peter—. Quiero que te quede muy claro de una vez por todas que estoy con Lali y que esperamos un hijo, que la quiero y que no eres bien recibida en esta casa. Si vuelves por aquí, llamo al sheriff para que te detenga por allanamiento de morada. Si te crees que estoy de broma, ven otra vez y lo comprobarás.
Dicho aquello, se montó en el coche y se alejó con la única idea en la cabeza de encontrar a Lali cuanto antes.
Le había dicho a su ex mujer que estaba enamorado de Lali y era verdad. ¿Por qué no se había dado cuenta antes? Por eso había querido casarse con ella a pesar de que el matrimonio con Suzanne le había salido mal.
No había sido porque que su padre se lo hubiera pedido ni por lo que le había ofrecido a cambio sino porque ya entonces estaba enamorado de ella.
¿Podría convencer a Lali de aquello de lo que se acababa de dar cuenta o la habría perdido para siempre?
Mientras conducía, Peter llamó a su madre, que no sabía nada de Lali, y a su hermano.
—Lali ha desaparecido —le dijo en cuanto Pablo contestó el teléfono—. ¿Está contigo?
—¡Por favor, Peter, deja ya los celos! —se defendió su hermano—. Me estás empezando a hartar con tus sospechas.
—No te he preguntado si está en la cama contigo —murmuró Peter apretando los dientes—. Confío en ella y confío en ti también —añadió sinceramente.
Lali jamás lo engañaría como había hecho Suzanne. Peter se daba cuenta de que, de alguna manera, siempre lo había sabido y por eso había accedido a casarse con ella. Ni siquiera lo habría hecho porque estuviera embarazada si no hubiera confiado en ella.
—Te llamo porque estoy preocupado por ella y he pensado que, a lo mejor, tú sabías dónde estaba. Se me ha ocurrido que tal vez hubiera ido a verte para contarte lo que ha pasado.
A continuación, le habló a Pablo del documento que Lali había encontrado en su despacho y ambos hermanos se pusieron de acuerdo para encontrarla.
Tras colgar el teléfono, Peter comenzó a rezar para encontrar a Lali, para que ella y el bebé estuvieran bien, para que quisiera hablar con él y le diera la oportunidad de explicarse y para poder suplicarle que lo perdonara.
Y, por supuesto, para que lo creyera cuando le dijera lo mucho que la amaba.
Una hora después, Peter vio el coche de Lali en el aparcamiento del motel Dew Drop Inn que había a las afueras del pueblo.
Inmediatamente, frenó y dejó su coche junto al de su mujer. La tentación de ponerse a llamar a todas las puertas era grande, pero consiguió controlarse y dirigirse a la recepción, donde, tras preguntar en qué habitación estaba hospedada su esposa, tuvo que identificarse para que el adolescente que estaba a cargo se lo dijera.
En cuanto supo el número de la habitación, Peter se dirigió a ella y llamó a la puerta. Cuando nadie le contestó, volvió a llamar.
—¿Lali? Lali, soy Peter. Sé que estás ahí. Abre la puerta. Por favor.
—Vete.
Peter sintió que se le encogía el corazón ante aquellas palabras, pero también sintió un gran alivio al saber que estaba allí y que estaba bien. Sin embargo, se sintió fatal al darse cuenta de que Lali estaba llorando.
—Lali, cariño, por favor, abre la puerta. Quiero hablar contigo.
—Pues yo no quiero hablar contigo. Vete o llamo a recepción y digo que me estás molestando.
Peter apretó los dientes.
—Maldita sea, Lali, abre la puerta o la tiro abajo. Sólo quiero hablar.
Silencio.
—Muy bien, tú lo has querido, la voy a tirar —dijo Peter dando un paso atrás para tomar fuerza—. A la de una...
Nada.
—A la de dos...
—Está bien —murmuró Lali.
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