—Desde que somos niños, pero tú te casaste con esa fresca y me rompiste el corazón —contestó tirándole del pelo—. No quiero más frescas, ni más tratos estúpidos con mi padre ni con nadie, y deja de fingir que no me quieres. Si quieres que nuestro matrimonio funcione, tienes que ser sincero conmigo y dejar de castigarme por el comportamiento de tu ex mujer.
—A sus órdenes, mi general —contestó Peter.
—Y, además, tendrás que decirme, por lo menos, una vez al día que me quieres. Dos veces si haces alguna tontería.
Aquello hizo reír a Peter, lo que lo sorprendió porque hacía mucho tiempo que no reía así de a gusto, sintiéndose completamente feliz.
—A sus órdenes, mi general —repitió.
Por supuesto, estaba dispuesto a decirle a Lali lo mucho que la quería diez o doce veces al día si eso la hacía feliz.
—Entonces, ¿vuelves a casa conmigo?
—Sí, pero primero quiero pasar por casa de mi padre a quemar esos malditos documentos.
Peter chasqueó con la lengua y la abrazó con fuerza.
—Trato hecho —susurró sellando su acuerdo con un beso.
Epílogo
La música de la orquesta The Dixie Chicks se oía por toda la plaza en la que estaban teniendo lugar las celebraciones del Cuatro de Julio. Todos los habitantes de Gabriel's Crossing se habían dado cita allí, habían llevado comida y ahora estaban charlando y bailando.
Lali sonrió a Ida Mae Fisher, que le estaba contando la enésima travesura de uno de sus quince nietos, y buscó entre la muchedumbre en busca de dos caras conocidas.
La de su marido, que se había ido aproximadamente hacía una hora a participar en una carrera de sacos, y la de su hija de tres meses, a la que estaban paseando por toda la fiesta como si fuera un cuenco de puré de patatas el día de Acción de Gracias.
Alegra era apenas una recién nacida y, aunque estaba a buen recaudo en brazos de la madre de Peter, Lali quería saber dónde estaba.
En aquel momento, sintió un par de fuertes manos masculinas en la cintura y se giró sobresaltada para encontrarse con los ojos verdes de su adorado marido.
—Vaya, qué susto me has dado —exclamó.
—Hola, Ida Mae —saludó Peter a su vecina—. ¿Te importaría que me llevara a esta preciosa mujer? La necesitamos en la mesa de los postres.
—No, claro que no. Ya terminaré otro día de contarte las aventuras de Dwight Alien.
—Madre mía —murmuró Peter al oído de su mujer.
A continuación, la giró en otra dirección y se alejaron.
—Qué historia tan interesante.
—No te puedes ni imaginar —contestó Lali chasqueando con la lengua—. Creo que podré sobrevivir sin saber cómo lograron sacarle los dos granos de maíz de la nariz. Gracias por rescatarme.
estoy ansiosa por leer el ultimo capitulo
ReplyDeleteotro otro otro otro otro otro
ReplyDeleteel siguiente
ReplyDelete